El coraje no está en los testículos

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Decimos que el amor está en el corazón; los rencores, en el hígado; el coraje, guindando en una bolsita bajo el nombre de testículos (mejor conocidos como “huevos” en camerinos, graderíos y gramillas; usted perdone si le parece irreverente). En todo caso, es mentira. Más allá de esa necesidad tan nuestra, tan humana, de ubicar en alguna parte tangible lo que no podemos ver, aquella no es ni será la ubicación exacta de la valentía.

El coraje está en las piernas del escalador del Giro (más aún del que no lo es), en la boca de quien admite no haber tenido fuerza para seguir el paso de Aru, Landa y Contador, en el cuarto lugar jamás imaginado, en el sitio del podio que no pudo ser, en la ausencia de pretextos. El coraje está en lo escalado y en la conciencia de lo que aún falta por mejorar.

El coraje está en la mente, cuando se encara un desempate por penales para definir el campeón nacional. Está en la cara, cuando no se esconde después de un cobro espantoso -como algunos de la final Herediano-Alajuelense-. Está en algún lugar, no sé dónde, a la hora de no dejarse vencer por las recriminaciones ajenas y más aún las propias.

Está también en la perseverancia del legionario lesionado una y otra vez, como si el fútbol se empeñara en no dejarlo triunfar en la Liga Premier.

El coraje está en la cárcel, cuando el mundo se cae en pedazos por una acusación de soborno; más aún en la fuerza de voluntad para negarse a caer si aún es tiempo, así en lo grande como en lo pequeño, en la FIFA como en el negocio de barrio.

Dicen que a la vida hay que ponerle de aquello que guinda en una bolsita llamada escroto. La definición en sí misma, un tanto machista, olvida que a las mujeres muchas veces les sobra lo que a nosotros nos falta. Con mucha más razón, no puede estar en los testículos.

El coraje marca diferencia, anda en bicicleta, tira penales, otorga títulos, se recupera de lesiones, va a la sala de partos y saca fuerzas de dónde sea por un hijo. Define vidas, nos va y nos viene, hasta que un buen día quizás logremos tomarlo para no dejarlo ir.

El coraje quizás se adquiere, a lo mejor se entrena, tal vez está en la mente o en un lugar entre pecho y espalda llamado alma.