El cancerbero de la Vieja Metrópoli

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Con un libro de historia del futbol costarricense en su manos, Víctor Monge repasa los momentos más destacados del deporte.

Entre esos está el campeonato de 1940, en el que Cartaginés se alzó con el trofeo, tras derrotar en juego de infarto al Herdiano, 4-3 en el Estadio Nacional en 1941.

Víctor estaba ahí, tenía 15 años cuando realizó con su padre el viaje de dos horas de Cartago a San José, en la cazadora.

Era una tarde espectacular, el cotejo inició a las 3 p. m.

Los florenses sacaron una importante ventaja de 1-3, en el medio tiempo. Para ese momento, parte de los aficionados brumosos se devolvieron a Cartago al cierre de la primera mitad , resignados ante la derrota era inminente; Víctor se quedó esperando con su papá, y ocurrió la remontada épica, de la mano de Jose Rafael Fello Meza y Hernán Cabalceta.

Con euforia, los cartagineses restantes montaron una caravana para regresar a la Vieja Metrópoli.

Tras 72 años, aún tiene ese corazón azul con ganas de festejar.

Devoción A pesar de sumar 87 bolitas en su ábaco, Víctor tiene una espalda ancha y una espigada altura que delatan su vida como deportista, en la que orgullosamente defendió la portería del Cartaginés.

Él inició su periodo como jugador de 1943 a 1949 con la divisa brumosa y con la de la Universidad de Costa Rica. Luego fue preparador físico del Cartaginés, entrenado por Fello Meza, después fue profesor de educación física en el colegio San Luis Gonzaga .

Así se curtió como un hijo de la Vieja Metrópoli, sin importar lo mal el que esté el equipo, el apoyo es incondicional e innegociable .

Hoy en la final contra Herediano, Víctor quiere volver a ser testigo de como Cartaginés se alza sobre el resto de los equipos.

Con las ganas de gritar con su voz ronca el, ¡Vive vive! hasta quedar afónico y fundirse en la algarabía, como si fuera ese joven de 15 años que saltaba en el Estadio Nacional junto a su papá en 1941.

Añora sostener en la palma de su mano ese corazón que palpita sangre azul de inmortal.