Eduardo Li, un arresto muy lejano a una película de Hollywood

El presidente de la Fedefútbol fue invitado a salir de su habitación, no lo esposaron, le permitieron ponerse el traje entero y sacar una maleta.

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El día apenas comienza en Suiza, el reloj está cerca de marcar las 6 a. m. (10 p. m, del martes en Costa Rica). En el lujoso hotel Baur au Lac, el silencio parece anticipar la convulsión que está por iniciar.

Sin grandes aspavientos, 12 oficiales suizos, vestidos de civil, cruzan la puerta giratoria, ingresan al lobby, se identifican y le enseñan al recepcionista las órdenes de captura contra altos funcionarios de FIFA que están hospedados allí. Uno de ellos es Eduardo Li, presidente de la Federación Costarricense de Fútbol.

A unos 30 minutos de ahí, en otro hotel, el Sheraton Zurich, Rafael Vargas y Rodolfo Villalobos, dos hombres de confianza de Li, están por levantarse para ir a tomar el desayuno sin la mínima sospecha de lo que ocurrirá.

Horas antes estuvieron conversando con Li sobre la investidura a la que sería sometido por parte de la FIFA: Eduardo, como lo identifican siempre, estaba entonces a 24 horas de ingresar al exclusivo círculo del Comité Ejecutivo.

En el Baur au Lac los oficiales toman posesión del sitio, con el máximo sigilo inician la búsqueda de los personajes en cuestión, previa información dada por el recepcionista del hotel.

Li descansa en una habitación ubicada en el cuarto piso, muy cercana a una escalera en forma de espiral. De pronto, dos oficiales tocan su puerta, se identifican y lo invitan a salir, sin permitirle que recoja sus pertenencias.

El presidente de la Fedefutbol no se opone, tampoco lo toman por la fuerza ni lo esposan, camina sobre la alfombra con una maleta que lleva impresos logotipos oficiales de la FIFA.

Nadie empuña un arma, no hay gritos ni amenazas...

"La secuencia fue tan discreta que el huésped de la habitación contigua pudo estar dormido plácidamente sin darse cuenta", relata el diario New York Times, testigo de los acontecimientos.

La operación continúa bajo el más extremo cuidado, los oficiales que escoltan a Li lo conducen hacia una puerta que da a una estrecha calle, todo para no llamar la atención. A los otros sospechosos les aplican la misma operación, los sacan por puertas alternas, inclusive hasta por el garaje.

Empleados del hotel, ataviados con trajes enteros de cola, aguardan a la salida con una sábana blanca, su tarea es taparle la visibilidad a cualquier periodista que merodee el sitio.

Un Opel azul, estilo hatchback, espera con la puerta trasera abierta, el botones extiende la sábana blanca, Li ingresa al vehículo, se acomoda en el asiento trasero, el vehículo arranca y sale rápidamente hacia una comisaría en Zúrich.

"Los suizos optaron por una operación tan sutil que en lugar de asaltar las habitaciones optaron por darle la oportunidad a los implicados de que no salieran en pijamas sino que les concedieron tiempo de vestirse con sus trajes formales", añade el NY Times.

Uno por uno los altos dirigentes dejan el hotel y el revuelo comienza. El vestíbulo del Baur au Lac pasa del silencio al caos en cuestión de minutos.

Las preguntas sin respuestas arrecian sobre el vestíbulo del lujoso hotel. Cuando el operativo estaba completo, un hombre corpulento ingresó a preguntar por un alto ejecutivo que minutos antes había sido detenido.

"¿Su mujer no sabe qué hacer o dónde está?", preguntó sin que nadie le diera razón.

El reloj suizo marca las 7 a. m., en el Sheraton Zurich, Rafael Fello Vargas y Rodolfo Villalobos bajan a desayunar y la noticia los golpea como una ola gigantesca: Eduardo Li había sido arrestado.

"Un funcionario de Concacaf nos dijo que hubo un operativo y se llevaron a Eduardo, quedamos consternados. Los dirigentes de otros países empezaron a solidarizarse con nosotros", cuenta Vargas.

"No lo llamé porque de inmediato supe que era imposible localizarlo. Esto es una pesadilla", añade el secretario federativo con la voz entrecortada.

Vargas y Villalobos empiezan las gestiones con la Embajada de Costa Rica en Suiza para ayudar a Li, pero de momento, ni siquiera han podido hablarle.

"Ha sido un día muy duro y largo, esperamos tener mejores noticias mañana", añade Vargas.

El día está por terminar, Li pasó de dormir en un lujoso hotel a quedar recluido en una comisaria suiza. En un operativo que duró menos de dos horas perdió más que la libertad.

Con información del New York Times.