Dos yerros sepultaron la pasión de Alajuelense para avanzar a la final

Dos errores de la zaga eriza hicieron imposible remontarle al Impact de Montreal

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Alajuela. Un Morera Soto atestado de emoción, el alma en la cancha y el riesgo como estrategia. Mas no bastó. El Impact de Montreal simplemente mostró tener mejor conjunto y Alajuelense se sepultó a sí mismo en un par de errores defensivos.

La pasión manuda alcanzó para anotar los cuatro goles que necesitaba la Liga, pero no para sobrepasar los yerros de una zaga que en sendos descuidos permitió al visitante canadiense anotar dos lapidarias dianas.

El 4-2 (global de 4-4 e Impact avanzó por gol visita) se puede describir de muchas formas y leer de otras tantas, pero a final de cuentas tiene un solo significado para los alajuelenses: el sueño del Mundial de Clubes quedó, otra vez, cortado a un paso de la final.

La misión de remontada quedó prácticamente ahogada al minuto 41’, cuando Ignacio Piatti y Dominic Oduro fabricaron el centro con el que Jack McInerney abrió el marcador y puso números parciales de 0-3 en el global.

Ese doloroso tanto, que tan poco hicieron por evitar los defensores erizos, valió doble: uno que sosegó a los feligreses y otro que –por ser de visitante– dejó al borde del precipicio a la Liga, obligada a cuatro goles en el segundo tiempo para sostener la ilusión.

Antes de ese dardo letal poco había que alabar a un Alajuelense que no logró traducir intensidad en peligro, salvo por un remate lejano de Johan Venegas y un intento de sorprender de Armando Alonso, en un cobro de saque de banda cuando Jonathan McDonald se retorcía en el piso.

Chispazo de ilusión. Eso fue, un chispazo de ilusión. Un trallazo quizá. Fue el tiro libre con el que Pablo Gabas empató en el primer minuto del complemento.

Al 60’, el argentino naturalizado costarricense hacía explotar en esperanza a la Catedral . Le metió la diestra a la bola en un tiro de esquina y el balón se fue al fondo tras golpear el horizontal.

2-1 y a soñar, por más que el meta Evan Bush quisiera guardarse el balón y que el árbitro Joel Aguilar Chicas –en su imparcial incompetencia– se quedara esperando que alguien más fuera quien avalara la anotación.

Pero el milagro no pasó.

Y no pasó por culpa, nuevamente, de la defensa, que se quedó pidiendo un inexistente fuera de lugar de Oduro mientras Dexter Lewis batallaba por taparle el gol a Andrés Romero. 2-2, al 72’, y la gente empezaba a abandonar el estadio.

El 3-2, de Allen Guevara al 78’, y el 4-2, de McDonald ya en tiempo de reposición, no fueron más que obsequios de pundonor para aquellos aficionados que nunca dejaron de creer y apoyar.