Dos socios de Saprissa demuestran su amor al equipo en tiempos de pandemia

El regreso a la Cueva es incierto, pero el sentido de pertenencia a su equipo hace que Roberto Benítez y Silvia Villalta paguen como si estuvieran yendo cada fin de semana, sin esperar alguna remuneración a futuro

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La pandemia cambió muchas formas de vivir, desde lo más básico hasta actividades recreativas. Una de ellas era ir al estadio, para muchas personas significaba parte importante de su normalidad.

Al mismo tiempo, esa ausencia en las tribunas implica un golpe a las finanzas de los equipos. Saprissa, por ejemplo, tiene “deudas” con sus socios, pues quienes pagaron su anualidad en 2020 tienen derecho a que se les reintegren los “partidos pendientes”.

Sabiendo que el regreso a la Cueva es incierto, lo normal sería no pagar el 2021 y esperar el reintegro.

Sin embargo, las familias de Roberto Benítez y Silvia Villalta perdonaron esa deuda, pero además pagaron su anualidad para la siguiente temporada, sabiendo que su anhelada vuelta al Ricardo Saprissa podría tardar meses.

Por eso la institución morada les realizará un homenaje este domingo a las 4 p. m., previo al partido de los tibaseños ante Herediano.

Ni Benítez ni Villalta se consideran fanáticos. Disfrutan el fútbol como una actividad en familia y ambos aseguran que el amor a los colores morado y blanco fue determinante para tomar esa decisión.

“Sin saber si el otro año se puede asistir o no, igual yo pagué, porque esto es más que el valor económico. Estamos dispuestos a hacer sacrificios por el equipo. En época de quiebra, cuando no se ganaba nada, lo hacía; ahora es lo mismo, uno paga sobre algo que no sabe si va a disfrutar, pero siente que sigue siendo parte del equipo, que lo está apoyando en una situación que lo requiere”, así de claro es Benítez al explicar su decisión.

Él tiene 51 años y prácticamente la mitad de su vida ha sido socio (no recuerda si son 25 o 26 años). Empezó con dos plateas y conforme su familia fue creciendo las aumentó, hasta llegar a cinco.

“Habrá gente que dice ‘para qué voy a pagar’, pero Saprissa ha hecho cosas que lo encariñan a uno más al equipo”, añade.

Asistir a la Cueva todos los días de partido se convirtió en una dinámica que lo transporta también a su niñez, cuando sus tíos le anunciaban esa esperada salida, le daban un sándwich de mortadela durante los 90 minutos y después pasaban a comer a un restaurante de comida china.

Durante esta entrevista comentó que sin querer replicó esa tradición. Siempre va (iba) al estadio con su esposa y sus tres hijos, después, independientemente del resultado, pasan a comer.

“Es toda una dinámica, sin importar la hora, inclusive el clima. Si perdimos, pues qué mal, pero no es para hacerse mala sangre, es fútbol nada más. Pasamos a algún lugar y tenemos tiempo en familia, es la parte bonita de todos estos años. He visto a mis hijos desde pequeñitos en todo ese proceso”.

Casi como una tradición, en eso también coincide Silvia Villalta, quien tiene un espacio en la zona de palcos. Su esposo, Rodrigo Durán, saprissista de corazoń, le pasó esa fiebre, porque ella venía de una familia liguista.

Aunque no siempre podían ir juntos al estadio, en muchas ocasiones alguna amistad los invitó a ocupar un campo vacío y así aprovechan, también para llevar a su hijo de cinco años. Y si no era el caso, ella dejaba a su esposo en la Cueva, disfrutaba el juego en la casa y luego pasaba por él.

“Mi esposo ama a su equipo, pero no somos enfermizos. No nos vamos a pelear con una amistad o algo así. No le puedo enseñar a mi hijo que cada vez que perdamos me voy a pelear con la gente. A uno le puede dar cólera, se puede emocionar, gritar, como cualquiera, pero nada más”.

Antes de ser socios, hace dos años, igual eran fieles visitantes del estadio. Ninguna mala racha los alejó y cuando llegó el momento de renovar, en noviembre, ambos sabían que era un gasto sin ninguna seguridad, pero tampoco quieren jugarse el chance de perder el lugar en el palco.

“Nosotros pagamos en noviembre del año pasado, es decir, solo disfrutamos diciembre, enero y febrero y ahora lo que viene del próximo es incierto... entonces si valorás, no es rentable, pero más que todo uno lo hace por el amor a la camisa, al equipo y también para reservar el campo”.

“El palco es muy bonito y la verdad se pasa muy bien. Es como una pequeña familia con el grupo que compartimos ahí. Llegamos a ese palco por los amigos de mi esposo, se dio una oportunidad y aprovechamos, ahí hemos ido conociendo más gente sobre la marcha”, agregó.

Cuando llegue la oportunidad de celebrar el regreso a la Cueva, sin dudas ellos formarán parte de ese grupo fiel de aficionados morados. Mientras tanto, se ponen la camiseta y en sus casas intentan mantener parte de la tradición.