Doble personalidad

Alajuelense sufrió otro desdoble en su identidad futbolística y fue barrido por un Herediano que rindió muy cerca del ideal

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Heredia. Aquejado por un desdoble de personalidad como el Dr. Jekill, personaje inmortal del escocés Robert Louis Stevenson, la L.D. Alajuelense puso en la cancha a su otro yo, el de futbol anodino y cauteloso, y obtuvo su merecido, una derrota.

Así como el Dr. Jekill tenía en Mr. Hyde a su encarnación del mal, a su personalidad deformada, esta Liga de la segunda fase del torneo ha cedido lugar a aquella de los albores del certamen, austera, recatada, maniatada de cuerpo y alma a un libreto donde se puede leer "cuiden, no arriesguen".

La necesidad imperiosa de cosechar victorias a cualquier precio ha originado un punto de inflexión en la propuesta futbolística de los erizos, que ahora ganan, pero no gustan y, en ocasiones, como ayer, suman méritos para surcar la puerta angosta de la derrota.

Arranque auspicioso

Herediano dictó la pauta del juego desde el arranque. Como un avezado estratega militar, Alvaro Grant Mac Donald armó dos flancos solventes que le proveyeron, a lo largo de 90 minutos, de sendas vías expeditas para desarmar y acosar a los alajuelenses.

El derecho lo integraron Geovanni, Floyd y Claudio; el izquierdo Austin, Calix Castro y Marvin. Corte y salida clara, desdoble con pelota dominada, pase profundo al claro fueron las premisas futbolísticas de estas sociedades a las que Alajuelense nunca les encontró el antídoto.

El gol cayó como consecuencia lógica de la supremacía rojiamarilla por el andarivel derecho. Giovanni ganó un balón a la salida del área, entabló diálogo futbolístico con su hermano, y Herediano se aproximó, como muchas otras veces en el partido -seis, por lo menos- a la anotación.

Concentrado en el juego, Calix siguió la jugada paso a paso y se ofreció como alternativa para el cierre exitoso.

"Llegué muy ajustado, con la marca de Arnáez encima. Apenas pude tocar el balón, pero me parece que Luis Diego también ayudó a empujarla", confesó con honestidad al final del partido.

Alajuelense sumó a su inapetencia ofensiva -se limitó a tirar centros sobre la portería de Barrantes-, una deficitaria recuperación de balones, porque su mejor hombre en esta tarea, Nahamán González, jugó muy retrasado, prácticamente a la entrada del área, y ni López ni Juan Carlos encarnaron al obrero batallador.

Sin recuperación, con los dos principales generadores de futbol separados por muchos metros, más interesados en cerrar claros que en juntarse para tocar y levantar el futbol del onceno, Alajuelense se transformó en su otro yo.

Para su infortunio, Herediano sumó a su solvencia táctica dos individualidades que desnivelaron el partido en su favor: Solís y Guthrie.

El primero, sin rival en esa importante tarea del futbol que se llama corte y administración; el segundo, un mago en el rol de desnivelar en los vértices del área, gracias a su gambeta pícara y atrevida, su clarividencia para la jugada de pared y su fortaleza para imponerse en el duelo por pelotas divididas.

Ambos terminaron de empujar a la Liga por los despeñaderos de una derrota, que se volverá a asomar en el horizonte de los erizos si su técnico no corrige el problema de la doble personalidad.