Cristian Oviedo se despidió con un penalazo, de rabona

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Ya el inicio fue más emotivo de lo que los ojos de Cristian podían soportar. Entre mariachis, juegos de pólvora, videos de homenaje y unos 7.000 feligreses alborotados, la catedral del fútbol alajuelense le sacó las lágrimas a Oviedo y sentó el previo de un partido inolvidable para el gran “5” rojinegro, el de su adiós definitivo.

Cristian Oviedo se queda en su casa, Alajuelense, pero no lo volveremos a ver vestido con la casaca rojinegra en un partido oficial.

El recio contención, el penalero, el gran líder del camerino... Todas sus facetas se despiden del fútbol profesional para siempre.

En el primer tiempo Cristian jugó junto a un combinado de amigos e ídolos de su juventud. Pablo Izaguirre mostró que su zurda nunca pierde la calidad, Luis Marín sobrio en defensa, Chunche el más aplaudido, Alejandro Alpízar un peligro y Álvaro Mesén nos devolvió en el tiempo defendiendo el marco del Morera Soto con los mismos arrestos de hace muchas temporadas.

Y el primer equipo de la Liga, que el entrenador Óscar Ramírez armó con una mezcla de titulares y jóvenes que sueñan con alcanzar lo que anoche Oviedo celebraba, no le faltó el respeto al homenaje: los erizos de hoy metieron la pierna, corrieron, buscaron y atacaron con toda seriedad.

No se le podía dar menos a un hombre que nunca claudicó, nunca faltó a su promesa de entrega y levantó dos títulos desde el penal.

Pero no hubo goles en la inicial.

Para la complementaria el protagonista del agasajo se cambió la camiseta y recibió el mismo trato del equipo rival: como en su carrera, nadie le regaló nada.

Muestra de eso fue que al 52’ Oviedo esquivó al portero para abrir el marcador y Javier Delgado, sin reservas, se la sacó de la línea.

Así que el gol llegó hasta al 55’, por medio de Jonathan McDonald, en una jugada que propició Oviedo y terminó asistiendo el Cusuco.

El partido se convirtió en un constante buscar a Cristian para que se abriera camino al gol, pero los antiguos zagueros manudos tienen su orgullo y no le iban a permitir ninguna facilidad hacia el área.

Vinicio Mena, el árbitro, fue el único que regaló algo, al sentenciar penal para que Oviedo se luciera.

Fue así como se cumplió el largamente añorado sueño de Cristian: anotar un penal de rabona. ¡Y con que clase lo hizo!, al 76’.

“Le dije a los porteros que no me regalaran nada y Paul (Mayorga) fue a la esquina”, contó.

El 3-0 fue autogol, propiciado por el arranque de Johan Venegas.

Y el cuarto no llegó. En la última acción de juego Oviedo mandó un trallazo marcado para ser un golazo, pero el poste, caprichoso, tampoco le quiso obsequiar una.