¿Cómo vivió Rándall Azofeifa la amargura de fallar un penal?

Después de errar, al volante le costó entrar en el juego y se veía desesperado. La afición no le recriminó por esa acción ante Saprissa

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Rándall Azofeifa llegó al Herediano para convertirse en un ídolo de los aficionados. Con grandes actuaciones y golazos logró ganarse a la gente, pero este domingo le tocó ponerse un traje inédito para él, el de villano, al fallar un penal que pudo cambiar la historia que terminó en derrota 0-1 ante Saprissa.

Henry Bejarano pitó una falta de penal clara de Anderson Leite sobre Esteban Granados al minuto 72, y de inmediato Azofeifa tomó la pelota, a él le correspondía y nadie en el Rosabal Cordero dudaba de que Rándall sería el encargado del cobro.

Pasaron cuatro largos minutos entre el señalamiento del silbatero y el cobro de Azofeifa, debido a disturbios en una gradería y reclamos en la cancha. En todo ese lapso, Azofeifa no se despegó de la pelota, la picaba y hacía caso omiso a los mensajes de sus rivales.

A duras penas le dirigía la palabra a sus compañeros, él solo quería lanzar el penal, pero el momento fatídico para los heredianos llegó con el disparo de Azofeifa, el cual salió completamente desviado por encima del marco de Kevin Briceño.

Azofeifa no lo podía creer, se tomaba la cabeza, se halaba la camiseta hasta casi romperla, todo debido a la frustración de fallar la opción de gol más clara que tuvo su equipo.

El volante no salía de su asombro, estaba en shock... a tal punto que tuvo que llegar Keyner Brown a hablarle para hacerlo reaccionar, lo trataba de meter de nuevo al partido, pues quedaban más de 15 minutos, pero Rándall no se vio igual.

“Yo hablé con Rándall, él es muy importante para nosotros. Ha hecho diez goles, no hay nada que reprocharle. Es fútbol y un penal es 50-50. Uno se puede equivocar, no todas van a ser maduras. Él debe ser fuerte mentalmente para levantarse”, comentó Brown.

La desesperación por enmendar su error se apoderó de él, se lanzó al ataque, buscaba la pelota con una mezcla de angustia y enojo. Él quería ayudar a su equipo como suele hacerlo, con goles importantes.

El pitazo final de Bejarano le llegó al corazón a Azofeifa, su equipo había perdido, en parte por su culpa, como él mismo lo dijo, pero la noche del mediocampista no terminó ahí.

Azofeifa, demostrando profesionalismo, atendió a la televisora que transmitió el juego y asumió su responsabilidad.

No obstante, su semblante era diferente, la ecuanimidad que lo caracteriza lo abandonó y se le notaba que la derrota lo afectó fuertemente. Mientras hablaba en televisión tenía la cabeza baja y la voz a un tono menor del acostumbrado.

Al salir de la cancha, los aficionados lo respaldaron, tuvieron memoría y le aplaudieron a uno de sus capitanes, que no fue capaz de mirarlos, pues la pena por su error era una carga pesada en ese instante.

Cuando entró al camerino nadie tuvo palabras de reproche para Azofeifa, sus compañeros tenían claro que eso le puede pasar a cualquiera y además en el vestidor florense tienen la orden de Hernán Medford de no hablar las cosas al calor del partido; todo se discute al día siguiente.

“Lógico que va a estar triste, a nadie le gusta fallar. Rándall tuvo la confianza de todos nosotros para patear el penal y darle el apoyo de todo el grupo”, comentó Johnny Acosta, defensor rojiamarillo.

Después de estar con sus compañeros, Azofeifa tuvo que enfrentar la zona mixta del Rosabal Cordero, donde todos los medios lo esperaban, pese a que fue el último en salir.

Los ojos de Azofeifa daban síntomas de llanto, pues se veían completamente rojos, el jugador sabía que no fue su mejor día, quizás el peor en muchos años, pero sus declaraciones denotaban que la prensa estaba ante un jugador muy maduro.

“Fue una sensación horrible, era lo que nos daba el empate. La responsabilidad es toda mía, le entré mal al balón indudablemente. Hay que afinar unas cosas, como en el primer tiro libre, estoy errando en eso y debemos prepararnos para lo que viene”, detalló Azofeifa.

Quizá el mejor momento de toda esa pesada noche para Azofeifa se dio cuando terminó de hablar y por los camerinos lo esperaba su esposa, quien tenía una mirada de tristeza compartida, pues sabía que Rándall atravesaba un día duro.

Ella lo abrazó, pero no fue un simple abrazo, fue uno de esos abrazos de desahogo, de que por fin estaba al lado de una persona que nunca lo va a juzgar y siempre va a estar a su lado.

Azofeifa la vio con su mirada decaída, la tomó de la mano y se dispuso a salir del Estadio Eladio Rosabal Cordero pasadas las nueve de la noche.

Antes de ir rumbo a su vehículo, un aficionado le solicitó una foto al jugador y pese al día tan duro que había tenido, Azofeifa accedió, para marcharse con la sed de revancha deportiva que el fútbol suele dar al que lo practica.