A Orlando Galo solo unos cuantos gladiadores lo superan

El volante del Herediano es la más reciente incorporación a mi lista de favoritos entre aquellos que están dispuestos a morir en la arena (o en la gramilla)

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De aquellos que se parten el alma, meten el pie, aman la pelota dividida, se barren y se levantan, Orlando Galo entra en la lista de gladiadores que admiro.

No desplaza a Máximo Décimo Meridio en la inmortal interpretación de Russell Crowe (El Gladiador, 2000), mucho menos al Ben-Hur de Charlton Heston (Ben-Hur, 1959), aunque no califique exactamente como gladiador ni necesite serlo para ganarse un puesto en mi top ten. Basta con su épica carrera de carruajes para asegurarse un lugar de por vida entre los mejores de la arena.

Llegó luego el césped a los anfiteatros y apareció Tarzán Puyol, zaguero del Barcelona, capaz de provocar la mayor admiración de un acérrimo aficionado al Real Madrid, como alguna vez creí ser. Sus barridas parecían llevarse todo por delante, pero nunca se le acusó de ser malintencionado, ni llenó su carrera de tarjetas rojas.

Increíblemente solo fue expulsado tres veces en su carrera. He ahí la diferencia entre gladiadores y carniceros.

Su coraje lo hacía correr de área a área más veloz que los veloces, cuando el tiro de esquina a favor se convertía vertiginosamente en contraataque rival. En la memoria guardo una jugada, o más bien la perplejidad sentida, ante su carrera de marco a marco para evitar un gol después de que se había sumado al ataque en una jugada de balón parado (a ver si tengo la suerte de encontrarla en los tiempos de YouTube).

Es la misma estirpe de Mauricio el Chunche Montero, de Benjamín el Indio Mayorga, o de Roberto Carlos, ya sea que hablemos del campeonato costarricense o de fútbol internacional. No importa dónde; en el lote baldío o en el gran escenario, algo tienen los gladiadores a lo Yeltsin Tejeda. El mundialista de Brasil 2014 incluso tuvo el coraje de ponerse la 10 en Herediano, porque a falta de exquisita técnica tiene agallas.

No menos demuestra Orlando Galo, capaz de levantarse de un año suspendido, de superar el Mundial que el clostebol en su muestra de orina le quitó, con el empuje suficiente para volver a la Selección y plantarse firme ante Honduras en el repechaje hacia la Copa América. Además, es una versión mejorada del muchacho aquel tentado a seguir los caminos del roce sin que la pelota estuviera en juego.

Lamentable, su ausencia en el primer duelo de cuartos de final de Herediano ante el Pachuca, por la Copa de Campeones de la Concacaf, y una confirmación verlo en Hidalgo intentando algo más que una derrota. Se le acabó el torneo, pero ya habrá más pelotas divididas para verlo luchar, ahí en la contención, su Coliseo, donde destaca más que el lateral que intentó ser en sus inicios.

Bienvenido, Orlando Galo. Los que vamos a morir viendo fútbol, te saludamos.

Posdata

Que perdone Espartaco, pero no me acordé de él hasta el final de este texto. También se me vino en mente de manera tardía Gennaro Gattuso, aunque ese sí jugaba de vez en cuando con hacha y un cuchillo entre los dientes (gladiador al fin y al cabo, pero de distintos modales).