Zidane debe ser como la gallina con los pollitos

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–Alfredo, este muchacho está como muerto, ¿no? Es que casi ni habla y tampoco se mueve- le dije a Di Stéfano, mientras observábamos a Zidane, quien estaba sentado cerca de nosotros en el Palco de Honor del Bernabéu.

–Que sí querida, él es así –respondió Alfredo, tras reírse por mi comentario. Sin embargo, Zidane acostumbraba a vencer su gigantesca timidez y atravesaba el palco para darle dos besos a Alfredo; claro, yo estiraba el cuello hasta casi desnucarme para que mi mejilla se encontrara con la de Zinedine. Él se estaba preparando para dirigir y yo me preguntaba cómo haría para ser entrenador si su voz apenas le salía de la boca, cómo iba a gritarle a un jugador, cómo iba pegar una bronca a aquel que llegara tarde o que egoístamente tirara al marco a sabiendas de que había otro compañero con mejor ángulo de tiro para finalizar. Es por esta misma razón que Zidane hoy es entrenador del Real Madrid. Porque su personalidad encaja con todo lo que el club necesita en estos momentos: comunicar; tranquilidad.

¿Será que llegó el momento de que los entrenadores de fútbol comprendamos que no es necesario gritarle a un jugador para transmitirle nuestra idea? Zidane tiene la palabra, lo más seguro de pocas sílabas.

Mientras tanto, recuerdo que yo estaba hinchada de sueños y él, repleto de cabello cuando nos conocimos en la antigua ciudad deportiva del Real Madrid. Pero un maldito día, ya en la nueva, Valdebebas, yo le esperaba en uno de los pasillos para hacerle una entrevista, cuando salió del ascensor, me tomó del brazo y me dijo: "vamos a la sala de prensa". Su rostro era distinto al de todos los días. Y así, no más, nos fracturó el alma y nos magulló el corazón: Zidane nos dijo que se retiraba. Levanté mi mano y le hice una pregunta: ¿Qué le dijiste a Roberto Carlos tras la asistencia en el gol de la Novena? Zizou por unos instantes volvió al campo de su gran día, de su mejor gol, de su inolvidable noche en Glasgow: "Me has dado un melón" (un mal pase), fue lo que Zidane le dijo jocosamente al brasileño.

Este fue el titular que los noticieros utilizarían para anunciar aquella gran desgracia. Fueron muchas las veces que me acredité como fotógrafa para ver pegada al campo sus controles orientados y un par de veces hasta le di el balón cuando salió por el lado donde estaba yo, vestida con el chaleco y metida en un túnel. Su juego fue mi medicina para el mal de patria. El Bernabéu nunca más volvió a exclamar de admiración aquel sonido que le sale a la grada desde la barriga: "ahhh ohhhh uhhhh", algo así; tendrían que estar ahí para entenderlo. El mejor jugador que han visto mis ojos y he visto fútbol por toda Europa.

Espero con impaciencia el debut de su hijo Enzo en el fútbol de élite. Mientras yo hacía mis prácticas de entrenadora en las divisiones menores del Real Madrid, estuve en el equipo de Enzo como asistente del entrenador; Zidane ha desparramado en los pies de su hijo su maravillosa técnica, dicen que una tarde sí y otra también, en el jardín de su casa.

Estoy segura que le debo a Zidane el haber conocido a Alfredo. Zizou, con su juego artístico, daba un orden a mi vida en la que solo existía el anhelo de que el día de partido llegara, cuando no había lugar para pensar ni en Costa Rica ni en la familia. Poco tiempo después conocería a Alfredo. Recuerdo que después de una madrugada entera, donde me la pasé disfrutando de videos de Di Stéfano jugando al fútbol, llegué en la mañana a su oficina de Veteranos y le dije:

–Alfredo, tu juego se me parece al de Zidane.

–Un viento querida, un viento –respondió Di Stéfano y añadió: decile a Zinedine que el secreto para ser entrenador del Real Madrid consiste en ser como la gallina con los pollitos.

–¿Algún consejo más antes antes de regresar a dormir? –le pregunté con cara de sin tí llevo una vida insoportable.

Tomó su bastón y la boina, su última recomendación fue: "La pelota debe ir cortita y al pie"

–En cuanto a tí, querida, que seas feliz.

* La periodista costarricense Gina González se reencuentra en su memoria con los dos hombres que la apasionaron: Di Stéfano en la vida y Zidane en el campo de juego. De paso revela el consejo envíado por la Saeta Rubia a Zizou para el día en que asumiera el banquillo del Real Madrid.