Un extraño pitazo impide la remontada del Tío Sam

3Estados Unidos despertó en el segundo tiempo ante Eslovenia, pero le anularon gol legítimo

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Johannesburgo. Estados Unidos creció desde las cenizas de un 0-2 en contra y estuvo a punto de completar una remontada épica frente a Eslovenia, hasta que un extraño pitazo les cortó las alas.

El árbitro central Koman Coulibaly, de Malí, invalidó un gol de Maruce Edu a tres minutos del final. La jugada parecía lícita, pero el réferi africano sonó su silbato y le evitó a Eslovenia la derrota.

En un Mundial fallan todos. El mejor delantero deja ir un gol regalado, al más diestro de los defensas se le escapa una tortuga y el entrenador infalible equivoca el cambio. También fallan los árbitros, como el de ayer, con el agravante de que incidió en el resultado final.

Más allá del injusto silbatazo, Estados Unidos ofreció una actuación vibrante.

Es cierto que se durmió en la primera mitad y les permitió a los europeos montar dos goles con una inversión mínima.

Pero a partir de ahí el Tío Sam se echó agua en la cara, recordó que estaba en un Mundial y le dio una repasada a los eslovenios.

La película cambió de guionista para el segundo tiempo. Los estadounidenses dejaron de ser un equipo insípido, como si el entrenador Bob Bradley les hubiera activado un switch invisible.

Eslovenia demostró que es posible tener control del marcador, pero no del partido. Nunca jugaron con comodidad, y más bien dieron la impresión de disfrutar de un botín que se encontraron de casualidad en la esquina del barrio.

El primer tanto nació por la floja marca de Oguchi Onyewu y Francisco Torres, que le dieron total libertad a Valter Birsa para rematar. Esa franja delante del área debería ser zona de exclusión para los francotiradores, pero Torres y Onyewu estaban pensando en otras cosas.

Los volantes de contención tienen que ser malencarados, como Dunga en su época: parecía un carcelero haciendo la ronda en mediana cerrada. Pero el Gringo Torres entra a jugar con cara de asustado, y ya desde ahí va perdiendo.

Eslovenia se encontró con un segundo gol antes del descanso. Jamás supo cómo administrar tanto, era demasiado y lo despilfarró.

Velocidad. Landon Donovan es una de las explicaciones de lo que ocurrió durante la segunda mitad.

El número 10 estuvo ausente en el inicio del partido. Después le metió dinámica a su selección y contribuyó a que los eslovenios terminaran atrás hechos un puño.

El propio Donovan fabricó, desde la parcela derecha, el gol del descuento. La jugada debería ser material de consulta en las escuelas de futbol: dos compañeros le abrieron campo en el área y distrajeron defensas; Landon avanzó y en vez de patear al bulto eligió la única ventana abierta para colocar el cuero.

Eslovenia renunció por completo al ataque. Capituló demasiado temprano: el 2-1 era muy frágil como para desperciar de manera rotunda la opción del contragolpe.

Estados Unidos nunca perdió la convicción. El equipo de Bradley es un ejemplo de disciplina, no se enreda ni se distrae, tiene un plan de vuelo que jamás se altera.

Empatar fue una recompensa justa. Pero merecían más: Maurice Edu cerró bien un tiro libre y solo en los ojos del árbitro hubo falta.

A esas alturas cada centro era un festival de agarronazos, así que la jugada igual pudo haber terminado en señalamiento de penal.

El extraño pitazo solo estropeó parcialmente la faena de los estadounidenses. Como ante Inglaterra, demostraron que están para grandes cosas y que no están en Sudáfrica para tomarse fotos.