Río de Janeiro.
El empate 0-0 ante Sudáfrica en Brasilia levantó un clima de nerviosismo alrededor de la seleçao y solo en manos del astro Neymar está la respuesta para capotear una tormenta que podría arruinarle a Brasil su camino en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
Pero el crack del Barça no logró destacar el jueves en un partido tenso ante los Bafana Bafana, que se portaron como un rival incómodo y supieron atar en corto al capitán auriverde.
Y si Neymar no está, Brasil claramente sufre.
Inactivo desde finales de mayo después de una agitada temporada en España, trató de echarse encima al equipo, pero su falta de ritmo quedó en evidencia y el poco tiempo de trabajo con el plantel hizo mella en el funcionamiento colectivo.
“Sabemos que esto no es fácil, no es llegar y llevarnos el oro para la casa”, reconoció.
Este domingo los brasileños se enfrentan a Irak, a las 7 p. m., equipo que también empató a cero en el debut, ante Dinamarca.
Los asiáticos podrían complicar a los locales en el duelo de hoy, pues son muy veloces, verticales y combativos.
El técnico brasileño Rogério Micale prometió "reconstruir rápidamente" al seleccionado para el choque con los iraquíes, aunque descartó que eso signifique variar el dibujo táctico o retocar demasiado el circuito ofensivo para acompañar mejor a Neymar.
"No por haber empatado vamos a cambiar las cosas, nos haría más daño que traernos beneficios. Tenemos un gran partido por delante contra otro equipo muy duro, pero nuestro pensamiento es conseguir la victoria ante Irak", sostuvo Micale.
Las alternativas en ataque que tiene el entrenador en el banco son Rafinha (Barcelona) y Luan (Gremio).
Uno de estos podría iniciar ante Irak en reemplazo de un inexpresivo Gabriel Jesús, la nueva joya del City de Guardiola y quien perdió una clara ocasión de gol al rematar al vertical sobre la propia línea de cal cuando el arco se encontraba desguarnecido.
Brasil más que horas de prácticas necesita llenarse de confianza para poder desterrar el fantasma del fracaso en el Mundial 2014, una carga demasiado pesada para una nueva generación liderada por Neymar y que tiene la presión adicional de ganar la medalla de oro, el único trofeo que le hace falta al país del jogo bonito en su rico palmarés.