40 aniversario de los malditos emocionantes penales

En Qatar 2022 se cumplen 40 años desde que los penales fueron instaurados en el Mundial como método de desempate. ¿Injustos? Quizás. ¿Cuestión suerte? No. ¿Lamentables? Muchas veces

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Son ingratos, despiadados, caprichosos, desleales, pero cómo emocionan. No siempre premian al que juega mejor, como bien sabe Brasil, aunque tampoco son producto del azar. Hay que saber tirarlos, hay que saber pararlos, hay que saber sosegar esos nervios que hasta el más laureado siente con la pelota a once metros de la portería.

Antes se hablaba de desempate desde los once pasos. ¿Once pasos de quién? -le preguntaba hace unos años a los estudiantes de periodismo en una fugaz experiencia como profesor universitario-. ¿Once pasos suyos? ¿Once pasos míos? ¿Once pasos de Messi?

Alguna vez las distancias se midieron con pasos y de alguna forma los árbitros lo siguen haciendo para calcular los 9,15 metros entre la barrera y el balón en el cobro de cada tiro libre. Con los penales no hace falta, claro está, gracias al “manchón blanco”, el “punto fatídico” o simplemente “el punto de penal”, pero si alguna vez se midió ‘artesanalmente’ habrían sido cerca de 12 pasos en la mayoría de los casos.

A Croacia le importa poco la distancia exacta, con dos series consecutivas ganadas en penales en Qatar 2022, primero contra Japón en octavos de final y ahora ante Brasil en los cuartos. Los sabe patear y su arquero Dominik Livakovic sabe detenerlos. No pueden ser casualidad los cuatro cobros atajados, tres a los japoneses y uno a los brasileños, para continuar la aventura contra pronósticos.

Me consuela tener a Luka Modric por dos partidos más, aunque no oculto mi preferencia por Brasil, sin duda la selección con más arte, gambeta y fantasía individual puesta al servicio de un equipo. Se fue de la Copa como líder en remates realizados (92) y con tan solo 31 permitidos a sus rivales. Se fueron el vértigo de Vinicius, la posibilidad de otra media volea de Richarlison, las internadas por el extremo de Rafinha, el siempre impredecible Neymar, capaz de sacar un conejo del sombrero en el peor de sus juegos.

¿Injusto? Quizás. ¿Mala suerte? No. ¿Lamentable? Sí.

Los penales no reflejan quién jugó mejor, pero no encuentro otra forma de resolver lo que el fútbol no desempata en 120 minutos. La historia del fútbol registra partidos extra de desempate, gol de oro, monedas al aire, shot outs...

Solo falta establecer que la pelota ruede hasta que se vaya el sol, como en las mejengas en el lote baldío en el que de niño fui feliz. O aquel cierre para ganarle a los padres un rato más en la calle: “el que mete un gol gana” (especie de gol de oro, cuando éste ni siquiera existía, pero sin límite de tiempo).

Cualquier fórmula, en todo caso, parece poco viable o igualmente cruel que los penales. ¿Será que algún día ganará quien al final de los 120 minutos tenga más tiros de esquina como premio a su labor ofensiva? Sería hilar delgado en cada balón que se vaya por la línea fondo, con errores arbitrales de por medio o inacabables visitas al VAR.

Además, no tendría el dramatismo de los penales. Esos duelos al estilo del Viejo Oeste. Ese segundo en el que todo el estadio guarda absoluto silencio entre el pitazo del árbitro y el desenlace del cobro. Esa respiración contenida al mismo tiempo por el ejecutor, el aficionado en los graderíos o el que está frente al televisor al otro lado del mundo. Ese morbo que espera que la estrella del archirrival sea quien falle el lanzamiento.

Utilizados como desempate en mundiales desde España ‘82, hace exactamente 40 años, los penales parecen tener secretos escondidos. Quizás no es casualidad que 19 de las 34 series disputadas las haya ganado quien lanzó de primero (a lo mejor añade presión ir abajo en el marcador).

Quizás no sea mala suerte que Neymar se haya quedado sin lanzar penal (si el jugador más técnico es reservado para el quinto cobro, se corre el riesgo de que la serie quede definida antes de su turno).

Quizás no es casualidad que algunas estrellas figuren entre los más efectivos: Lampard registra el 88% de acierto, Cristiano Ronaldo e Ibrahomovic el 84% y Messi el 78%, por encima del 75% de acierto general, según un artículo del diario español El País sobre penales en cualquier competencia.

En Mundiales, los penales contribuyeron a alimentar el mito de los metódicos, fríos, mecánicos e infalibles alemanes. Hasta hace unos días, Alemania era la única selección con cuatro series ganadas en Copas del Mundo, sin conocer la derrota. Sorpresivamente, y sin ninguno de esos estereotipos, Croacia tardó dos mundiales en lograr lo que a Alemania le ha costado 20 mundials: también suma cuatro series sin derrotas.

Con dos tandas de penales ganadas en Rusia 2018 y dos en Qatar 2022, la sorpresiva subcampeona del mundo de hace cuatro años parece dispuesta a repetir. No juega mal, sabe defenderse, cuidar la pelota y dar el golpe sin mucho ataque de por medio. Tampoco pretendo mucho más de una selección mediana, que si necesita de los cobros desde los once metros irá gustosa a lanzarlos.

Yo pongo mi esperanza en un dato: no es común que las semifinales requieran del punto fatídico para revolver empates, pues en 40 años solo cinco han terminado en los penales, muy a pesar de que se estrenaron justamente en una semifinal, la de Alemania contra Francia en España ’82.

En todo caso, no está de más prepararse para los venideros Argentina - Croacia y Francia - Marruecos. A los albicelestes no les va nada mal desde el manchón blanco, con cinco victorias y solo una derrota en Copas del Mundo. A los galos, en cambio, aunque su balance tampoco es para hacer drama (2-2), no les trae muy buenos recuerdos el último desempate, justo en la final de Alemania 2006 con derrota ante Italia (el día del famoso cabezazo de Zidane a Materazzi).

Nunca se sabe.

Al final, me guste o no el resultado, no hay de momento mejor forma de deshacer los empates. Además, tampoco puedo negarlo, son emocionantes los desgraciados y benditos penales.