El rinconcito de la  victoria

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Madrid. ¿Por qué un socio del poderoso Barcelona FC querría ocultar su camiseta azulgrana cuando su equipo lo gana todo? Porque iba al Santiago Bernabéu rodeado de decenas de miles de madridistas que sentían la posibilidad de sacudirse en un solo partido todas las afrentas de su rival.

Los barcelonistas eran pocos y cautos. Por suerte había solo tres grados centígrados y nadie sospechaba que debajo del abrigo lleva una camiseta con el número 8 y el apellido Iniesta, la del centrocampista genial que apenas dos horas después iba a recibir los aplausos de miles de madridistas justos y envidiosos.

Ese aficionado culé se sentía casi en otro país. Caminaba medio perdido entre la muchedumbre en las aceras del barrio Chamartín, buscando la puerta para entrar al estadio rival y apiñarse con los restantes 800 azulgranas en el cuarto nivel del estadio, espacio destinado para ellos.

Desde ese rincón, tras la metida de patas de Valdés, volvieron a cantar el himno al minuto 2, como para recomenzar el partido. Pero no todo el campo era un clamor. Eran solo ellos, 800 aficionados medio escondidos y optimistas en un estadio que es casi un cubo abrasivo.

Y cantaban. Y cantaban con paciencia. Y sacaban banderas de Cataluña. Incluso banderas independentistas, prohibidas en los partidos de futbol. Y v isca Barca y visca Cataluña . Y algún madridista contestó con la bandera española. Y los antimotines tuvieron que subir hasta acá, por si acaso. Y cantaban más.

El empate de Sánchez los animó. Y alabaron a Messi y a Iniesta. Decían que la “fuente Cibeles (símbolo del madridismo) es blaugrana ”. Hicieron sonidos racistas contra Marcelo y entre ellos mismos se mandaron a callar. Con el 1-3, “eo, eo, eo, esto es un chorreo” y “Madrid, cabrón, saluda al campeón”.

Para rematar, “Mourinho sal del banquillo, sal del banquiiiillo, Mourinho sal del banquiiiillo”. Entonces los 800 exhibían sin complejos ni cautelas su camiseta. Ya después, saciados de triunfo, sí se pusieron la chaqueta, porque en las calles de Madrid todo estaba demasiado frío.