El Mundial en Facebook

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Johannesburgo. Conozco gente que solo ve partidos de futbol cada cuatro años, en los mundiales. Le pasan de largo al torneo costarricense, ni se enteran quién quedó campeón, y se extrañan de ver a un montón de gente con camisa roja los días que juega la Selección. Pero desempolvan el gorrito y la corneta –a partir de ahora la vuvuzela– cuando se aproxima la gran fiesta.

Este virus, que se propaga un mes cada cuatrienio, genera lealtades instantáneas, pero también muy volátiles. Todos tienen un favorito en la mayoría de los partidos (en el Argelia-Eslovenia nunca supe con quién iban mis amigos), pero conforme avanzó el torneo el apoyo tuvo que ir migrando hacia las selecciones más exitosas.

Los italianos, pese a su futbol conservador y amarrete, tienen muchos seguidores en Costa Rica. Son muy populares entre las mujeres, no sé por qué. Ayer, por cierto, vi a Fabio Cannavaro entrando al Soccer City; tenía porte de estrella hollywoodense, con traje de diseñador, gabardina a media pierna y anteojos oscuros de Ironman.

La Azurri se quedó sin gasolina muy pronto y sus fans tuvieron que elegir otra bandera. Unos se plegaron al bando argentinófilo, otros se matricularon en la escuela de samba brasileña, la minoría se apuntó con el estilo mecánico de la selección alemana.

Así pasó cuando Brasil quedó eliminado, o también Argentina. Hasta donde sé, ninguno de mis conocidos sufrió con la temprana debacle del país anfitrión, aunque sí hubo profundos suspiros de decepción cuando Cristiano Ronaldo dijo adiós.

Gracias a Facebook pude seguir estas semanas por dónde iba la corriente. Echemos un vistazo; eso sí, cuento el milagro, pero me guardo el nombre del santo.

“Qué alegría, hoy voy a madrugar a ver a mi equipo, ¡Vamos Argentina!”, escribió uno cuando la albiceleste jugó a las 5:30 a. m. hora de Costa Rica. Usó el programa ese que está de moda, para pintarse la cara con los colores.

“Siempre he ido en contra de Alemania, pero al César lo que es del César: qué equipazo”, anotó uno de los contactos cuando sacaron a Argentina.

Pero el Mundial no es solo para hablar de futbol. Cuando el chileno Mark González consiguió un gol, un amigo reprodujo la nota donde sale la novia, que según dice el texto es su inspiración para anotar. El galanazo tico escribió a la par de la foto de la modelo: “Yo rompo el récord de Ronaldo”.

“Uruguay fue puro coraje... la garra charrúa nos hizo vibrar”, escribió alguien más en reconocimiento a la Celeste, luego de perder con dignidad la semifinal.

“Antes iba con Brasil, ahora me queda Holanda”. Nunca entendí la relación entre las dos selecciones; la cosa es que esta persona guardó la camisa amarilla y anda el sombrero naranja desde hace una semana.

Ayer vi un post (así se llaman estos comentarios de Internet) realmente temerario: “Está fallando el pulpo”, escribió un amigo luego del segundo gol uruguayo, que contradecía la predicción del oráculo más famoso del planeta. Qué barbaridad, dudar de Paul. Alemania metió otros dos goles y al final de los 90 minutos la infalible reputación del octópodo estaba a salvo.

Mucho se habla de que las nuevas tecnologías incomunican, que vuelven más frías las relaciones interpersonales. Para mí fueron un puente estas cinco semanas; me mantuvieron cerca de mi casa, de mi gente. Así me enteré de que unos amigos verán el partido de hoy donde Felipe, con olla de carne al almuerzo; mañana apenas pueda me conecto para darme el gustazo de ver las fotos.