El contragolpe Bafana pone a sudar a los aztecas

3Sudáfrica casi se sale con la suya en la inauguración, hasta que apareció un Márquez providencial

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Johannesburgo Sudáfrica dio lecciones de cómo contragolpear y puso a México a sudar la gota gorda en el primer partido del Mundial 2010.

Al equipo local le estorba la pelota. Regala la iniciativa, pero es una celada: apenas recupera el balón se aventura con olas de tsunami hacia la portería adversaria.

Esa fue la partitura del equipo de Carlos Alberto Parreira, sobre todo en el complemento. Es un futbol austero, sin lujos, que vive de fiado. Pero le bastó para bajar de las nubes a un México que llegó con ínfulas de campeón del orbe.

Los aztecas se adueñaron de la pelota con una actitud compulsiva, pero poco eficiente. El bailecito les salía en tres cuartos de cancha; de ahí en adelante el Soccer City se convirtió en un lodazal sin acceso a la valla sudafricana.

Por la diferente expectativa de ambos para este Mundial, el 1-1 es positivo para los locales, aún cuando tuvieran numerosas opciones para sentenciar. Sudáfrica añora con no ahogarse en la fase de grupos; México busca revalidar sus eternos sueños de grandeza.

Tal brecha se vio muy clara al inicio del partido: los sudafricanos con evidente pánico escénico y los norteamericanos con mucha soltura, como si estuvieran disputando un simple colectivo.

Cuando los Bafana Bafana aprendieron a controlar los nervios, el asunto cambió. Parreira se dio cuenta de que los mexicanos se marean si les meten velocidad y la orden fue esperar y contragolpear.

Para los estándares europeos, acostumbrados a futbol de primer mundo, el juego pudo parecer algo descafeinado, sobre todo al inicio.

Para la mediocre zona centroamericana, fue un bocado de calidad, con una dinámica (desplazamientos, diagonales, coberturas en defensa) que convierten al campeonato nuestro en caricatura.

Sorprender. Sudáfrica sabe hacer la transición en segundos. Una vez que atrapa el balón, es como una película mal editada: en el cuadro siguiente la acción está al otro lado.

Los Bafana desprecian los pases verticales. Siempre van al frente, siempre al vacío, siempre al compañero que pide la pelota con los ojos clavados en el área.

Así consiguieron el gol de Siphiwe Tshabalala, de estilo tan exótico como su nombre y su cabellera.

De repente México se vio contra las cuerdas y a lo mejor sin entender por qué. Les salió barato: en otros contragolpes Sudáfrica tuvo para hacer dos o tres, pero por lo visto a Parreira no le dio tiempo de practicar definición.

Javier Aguirre desempolvó todo el ropero a ver qué hacía. Metió a tres delanteros y cruzó los dedos.

Los aztecas llegaron a tener cuatro atacantes en la cancha, pero el gol lo tuvo que hacer un defensa.

Rafael Márquez robó espaldas y llevó alivio al Ángel de la Independencia. Tuvieron suerte de que el zaguero central acopiara tranquilidad para definir, en vez de mandar la pelota a las nubes.

Sudáfrica, de la que se espera poco, enseñó que tiene armas. Y México, que se ilusiona con altas cumbres, mostró sus carencias. Por lo pronto, ayer el Mundial nos enseñó el manual del buen contragolpe.