Diego soñó y su zurda le cumplió

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La historia de un pequeño “pibe” que tenía un talento inédito se desplegó en Argentina desde que Diego Armando Maradona hizo su primer contacto con la pelota.

Una entrevista televisiva en blanco y negro, con voz de niño y un cabello alborotado, en la cual decía “tengo un sueño y es ser campeón del mundo”, era un presagio de lo que se vería en el campo en solamente algunos años.

No. Nadie podía haberse imaginado lo que estaba por venir.

Sin embargo, su debut en Mundiales no fue fácil.

Su fuerte carácter y la presión por repetir el éxito argentino del 78 y demostrar que podía ser el mejor del orbe, lo hicieron sucumbir en España 1982.

Se fue por la puerta de atrás con una expulsión ante Brasil, tras una grosera falta a Batista, durante la segunda fase.

Consiguió dos anotaciones en cinco compromisos.

Explosión. No obstante, cuatro años de madurez lo hicieron reventar en el momento ideal.

Jamás la historia de este deporte vio un esfuerzo individual tan grande como el de Maradona en el Mundial de México 1986.

Un equipo sin figuras, guiado solo por la zurda mágica de un “10” intratable, se coronó campeón.

Su velocidad, su enganche y, sobre todo sus goles, por lo menos los dos contra Inglaterra (la “mano de Dios” y una increíble corrida desde unos 70 metros dejando a seis en el camino), eran de otro planeta.

Su marca fue de cinco tantos en siete partidos.

Su siguiente reto fue Italia 90.

Desde el partido inaugural ante Camerún supo la tónica del marcaje que sufriría: golpes.

Aún disminuido físicamente, llegó a la final, de vez en cuando sacándose algo de la manga, pero no pudo repetir en el podio.

Su llanto posterior no dejó nada para suponer. Añoraba el título.

No anotó en los siete duelos.

Poco después, su carrera empezó a decaer por la adicción a la cocaína, la cual le generó una suspensión del futbol en 1991.

Nadie imaginaba un regreso, pero pasó en Estados Unidos 94.

Su forma física demostró una gran preparación y su juego unas ganas enormes de triunfar. Argentina era una máquina, pues tenía un plantel de ensueño.

Pero una vez más, la puerta trasera se abrió para despedir al genio. Un adiós definitivo en Copas.

Ahora fue un dopaje por la sustancia efedrina. La Albiceleste no aguantó la noticia y se derrumbó.

Hizo un gol en dos partidos.