Viaje temerario al aeropuerto

En seguridad vial queda mucho por recorrer

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laragon@racsa.co.cr

Porque el taxista me llevó a 90 kmh por San Pedro y San José, y a 120 kmh por la “pista” entre La Sabana y el aeropuerto, mi viaje fue temerario. Supongo que, porque es prácticamente imposible viajar a más de 60 kmh en la mayor parte del país, la Ley de tránsito llama velocidad temeraria a una velocidad superior en 30 kmh a la velocidad máxima indicada. Mi viaje completo fue temerario. Eso estimuló una producción de adrenalina que me puso a pensar en algunas peculiaridades del tránsito en Costa Rica:

Los accidentes de tránsito solo ocurren de día o los fines de semana en la noche y, aun así, solo en las “carreteras” principales. Por eso uno prácticamente nunca encontrará un operativo o unos cuantos policías de Tránsito en las ciudades. Obviamente, jamás a las 5 ó 6 a. m. Todos saben que los domingos en la mañanita no hay que parar en los semáforos en rojo porque de por sí no hay policías… Tampoco es necesario ser cortés, respetar los altos, usar casco al conducir motocicleta, mantenerse en el propio carril y abstenerse de usar el celular al conducir.

¿Y los aficionados? Si los profesionales son así, ¿cómo serán los aficionados? Taxis Unidos es, por ley, la compañía única que puede explotar el servicio de taxi del aeropuerto Juan Santamaría. Los conductores usan uniforme, los taxis son bastante nuevos, las tarifas bien controladas, la puntualidad es impecable. Pero en materia de seguridad vial, no muy bien. El viaje temerario lo hice con un taxi de la mencionada compañía. La mayoría de los conductores no utiliza los cinturones de seguridad. Muchos de sus taxis tienen los cinturones del asiento trasero escondidos, para que no estorben. Si esta es mi experiencia con los profesionales, ¿qué experiencia tendrán los usuarios de pirataxi?

En Costa Rica siempre hemos tenido miedo a tener un sistema represivo, pero ahora hemos caído, por cobardía, en el extremo de un sistema depresivo. Felicitaciones a las autoridades correspondientes por el éxito reciente sobre la obligatoriedad del uso del cinturón de seguridad. Otro paso necesario: la reivindicación de la licencia de conducir. En estos momentos, somos como el agente 007: nos dan licencia para matar, y eso con solo pagar el entero correspondiente y pasar el examen médico (¿Tiene alguna enfermedad? No ¿Cuál es su presión arterial? Normal. ¿Usa anteojos? No. Gracias, son ¢5.000). Ni un examen escrito, ni una revisión del historial, nada. ¡Un pariente mío renovó su licencia después de tenerla vencida por más de 20 años con solo pagar el entero! Pareciera que el permiso de conducir es un derecho inalienable de toda persona mayor de 18 años.

Estilo curioso. No nos están enseñando a conducir responsablemente. Me preocupan las consecuencias de un estilo curioso de prevención, altamente específico, con objetivos demasiado limitados, que funciona bien cuando se ejecuta, pero que no tiene alcances más allá. Un excelente paralelismo serían los procedimientos de seguridad en los aeropuertos: en la medida en que hasta un civil normal y corriente sepa qué hacer para evitar que lo registren, dichos procedimientos serán inútiles. Me muero de la risa (¿de rabia?) al escuchar a la gente diciendo: “tengo guardado el carro porque están revisando marchamos”, o “me voy a ir por Acosta porque están haciendo operativos en Atenas”. Sé que todos cuentan con que a la semana ya el problema pasó. Si uno sabe exactamente cuándo y dónde le van a controlar la velocidad, bajará la velocidad cuando es necesario y viajará a la velocidad que le dé la gana el resto del tiempo.

Para un cambio de actitud (conducir responsablemente), es necesario un estilo de prevención más integral, más impredecible. ¿Que sale muy caro? Más caras son las soluciones que no funcionan, que son un objeto más de la burla de todos los costarricenses. En materia de seguridad vial, ha habido varios avances importantes. Pero aún queda un camino muy largo por recorrer. Es crucial que los pasos se den en la dirección correcta.