Te tolero si coincides

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La semana anterior, el Consejo Directivo Central (CDC) de la Universidad de la República de Uruguay (estatal) concedió un doctorado honoris causa a Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010.

Razonó su decisión al destacar que Vargas “no es un autor, ensayista o periodista complaciente” y sus opiniones “han despertado polémicas y no concitan la adhesión indiscriminada de todos sus lectores, pero esto no es novedad entre los grandes maestros de la literatura a nivel mundial”.

La distinción la aprobaron 16 miembros del CDC y solo se opuso el representante estudiantil, quien precisamente arguyó la discrepancia política con el autor de La ciudad y los perros (entre otras obras) como uno de los argumentos para rechazarla.

Así, que el autor tenía criterios diferentes a los de la Universidad, que aunque es “un escritor y brillante escritor” también es “político y empresario”, fueron parte de su veto a ese reconocimiento.

El Consejo no respaldó tal posición y, más bien, el rector, Rodrigo Arocena, resaltó que el CDC votó la propuesta “con la misma ética que ha combatido el neoliberalismo” y agregó: “La libertad es principalmente para quien no piensa igual que nosotros”. ¡Contundente!

Lo anterior demuestra que ser tolerante es mucho más difícil que proclamarlo, y esa conducta se pone de manifiesto cuando respetamos las ideas de otros, les permitimos expresarlas y defenderlas, e inclusive les reconocemos méritos.

Aquí, como en otros países, a menudo se escuchan los apóstoles de la tolerancia, del libre intercambio de opiniones y de la diversidad de posturas. Hasta entonces todo muy bien.

Empero, no siempre cumplen esa prédica frente a quienes no comulgan con ellos, y el caso referido es un ejemplo.

Es más, recuerdo muy bien que, cuando se anunció el otorgamiento del Nobel a Vargas Llosa, hubo gente en este país que mostró su desacuerdo en virtud de las ideas políticas del hispano-peruano, pero no con cuestionamientos a la calidad de su literatura.

Pero también pecan esos “demócratas” de derecha que, en cuanto se rebaten sus pensamientos u otros adversan sus proyectos, entonces de inmediato ignoran su catecismo.

Por tanto, no basta con ventearse la boca llamándose tolerantes. De nuevo, del dicho al hecho existe un buen trecho.