Ojo Crítico

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Nuestra crisis es política, estatal y de modelo de desarrollo. Con lo de Nicaragua se ha evidenciado que es también de valores cívicos y de una confusión entre ser pacíficos y ser pacifistas. Esto envía señales ominosas para el futuro y alienta, en su matonismo y agresividad, a los chafarotes nicas en el poder, que quieren convertir Costa Rica en una geografía mutilada y en una nación capitisdiminuida, sometida a su interés y capricho. El Gobierno escogió un camino; hay que apoyarlo y levantar la bandera de la paz. Más adelante será la hora de la evaluación.

La crisis con Nicaragua ha mostrado la total falta de previsión y de preparación, no solo del Gobierno sino del Estado. Pese a advertencias en contrario, nuestros guardias pusieron su banderita en la isla Calero y volvieron corriendo a sus bases. Luego se corren más al Sur, y los nicas avanzan sin importarles el plato de babas que se cocina, como de costumbre, en la OEA. Son mayoría los que se han creído todos los mitos sobre la paz y el diálogo; y los que no comprenden cómo y por qué fue posible que Costa Rica aboliera y se mantuviera sin ejército. Nuestros dirigentes, al menos, deberían oír a historiadores, politólogos y especialistas en relaciones internacionales, sobre el proceso real , interno y externo, de ese paso trascendental, que al parecer se alaba sin entenderlo.

Nuestros noveles dirigentes creen que bastó un mazazo de don Pepe en un cuartel para abolir el ejército; y que los equilibrios y cálculos nacionales y regionales –especialmente de EE. UU.–, no jugaron ningún papel. Olvidan que la decisión se sostuvo por alianzas no declaradas, pero suponiendo la autodefensa de los propios ticos. Por eso, EE. UU. le vendió a Figueres aviones P-51 a un dólar cada uno y Venezuela emplazó aquí ametralladoras y mantuvo en Panamá una escuadrilla de aviones Mirage a nuestra disposición. Si don Pepe no le dice a Somoza “con avioncitos a mí” y manda voluntarios a Guanacaste; si don Mario Echandi no le da 24 horas a Somoza para que devolviera el avión de Lacsa que retenía en Managua y no hace un desfile de la Guardia Civil, no habríamos tenido aliados que nos ayudaran ni organismos internacionales que nos apoyaran.

Se ha dicho, como un axioma, que “no vale la pena derramar una gota de sangre” por nada. Es un deseo respetable, pero insostenible. Hay causas que lo demuestran. Sin San Martín y Bolívar, estaríamos aún bajo el yugo colonial. Igual en Asia, en África y en los EE. UU., por su Independencia y por la liberación de los esclavos. Lo mismo en Costa Rica, si atendemos nuestra propia historia: un pueblo de paz, pero digno; desarmado, pero dispuesto a pelear por su país. ¿No será hora de reaprender de nuestros abuelos a ser libres y no siervos menguados?