Magnofobia

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No encuentro una palabra mejor que la del título para aludir a la aversión que sienten muchos costarricenses por todo proyecto grande, innovador o ambicioso. Tres veces me ha tocado lidiar con ese curioso fenómeno.

La primera fue con La Sabana. La idea de convertir aquel páramo desolado en un hermoso parque metropolitano despertó insospechadas resistencias. Hubo que defenderla a capa y espada. Recuerdo, por ejemplo, la visita de un grupo de vecinos de La Sabana al despacho de don Guido Sáenz --el padre de la criatura-- para argumentar, entre otras cosas, que el hacer allí un lago les iba a llenar las casas de mosquitos... Paradójicamente, la mayor resistencia al proyecto vino de la prensa deportiva. Los comentaristas de la época montaron toda una campaña con el lema "La Sabana para el deporte". Proponían, en vez de hacer el parque, construir allí más estadios, gimnasios y hasta residencias deportivas. En una palabra, urbanizar La Sabana. Fue entonces que acuñamos el lema "La Sabana para todos" para apoyar la idea de un parque recreativo de uso múltiple, libre y familiar, y no reservado a los deportistas de alto rendimiento... y a los comentaristas deportivos.

Segundo capítulo: la filmación de la película El Dorado. Por años se había querido atraer a Costa Rica alguna producción cinematográfica importante. Era una forma de dar oportunidades a nuestra gente de cine y teatro --además de generar empleo temporal para extras, carpinteros, electricistas, etc.-- y al mismo tiempo un buen negocio para el país, por la captación de divisas. De pronto aparece uno de los más prestigiosos directores de cine de Europa, Carlos Saura, con el proyecto de filmar aquí la película más grande y ambiciosa en la historia del cine español. No se había rodado la primera escena cuando ya andaban sueltos toda clase de rumores: que si los españoles consumían drogas, que si iban a corromper a la inocente población de Limón, que si iban a estafar al Estado. A media filmación, el propio Carlos Saura sufrió el ultraje de ver revolcada la casa que alquiló para hospedarse con su familia, en busca de drogas que por supuesto nunca aparecieron. No sé si la amarga experiencia que vivieron aquí Saura y su gente tuvo que ver con el hecho de que, por varios años, ningún productor de cine puso pie en Costa Rica.

El capítulo tercero es el del proyecto de Papagayo: el primer desarrollo turístico integralmente planeado del país, y uno de los más ambiciosos de América Latina, que se estancó por más de un año entre dimes y diretes, desastres imaginarios y entelequias jurídicas. Tuvo que llegar el asunto a la Corte Suprema de Justicia para que, a fin de cuentas, se autorizara a realizar básicamente lo mismo que siempre se planeó. No sin antes, por supuesto, hacer correr mucha tinta en bufetes de abogados y redacciones de prensa, y ahuyentar a los bancos e inversionistas que se habían interesado en el proyecto.

El antídoto contra la magnofobia, que es un fenómeno irracional, es precisamente la racionalidad. Y la primera llamada a ejercitarla es la prensa, que debe aprender a resistir la tentación del escándalo basado en las consabidas frases: "denuncian irregularidades" y "descubren anomalías" --que muchas veces pueden resultar sin ningún fundamento-- hasta no haber investigador a fondo las cosas y consultado a gente seria y entendida.

El ser un país pequeño y conservador, como lo somos, tiene muchas ventajas pero también algunas desventajas. La magnofobia es una de ellas. Permanezcamos en guardia ante este fenómeno, que nos ha privado ya de algunas cosas buenas y nos puede privar de muchas más.