Lo que podemos aprender de los éxitos del pasado

El dramaturgo inglés William Shakespeare afirmaba que el pasado es un prólogo. Pero ¿un prólogo de qué?

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Reflexionando sobre la educación y la necesidad de que sea una prioridad en la agenda nacional, encontré una frase atribuida al dramaturgo inglés William Shakespeare, que dice que “el pasado es un prólogo”. ¿Un prólogo de qué? Pues del libro que estamos comenzado a leer, que no es otra cosa que el porvenir. El prólogo invita a continuar leyendo o a dejar de hacerlo.

Para una investigación sobre momentos críticos del siglo XX en el mundo y el país y las respuestas a estos, establecí los factores comunes en las experiencias exitosas. A las que no lo fueron, las califico de oportunidades de aprendizaje. Quiero destacar algunas por considerarlas iluminadoras de estrategias exitosas para atender la educación y otros.

La Segunda Guerra Mundial fue una de las decepciones más grandes de la convivencia humana. Dejó osarios gigantescos en Europa, destrucción inmoral en Japón, hubo violaciones flagrantes de los derechos humanos y la economía europea quedó destruida.

Surgieron grandes incógnitas sobre el futuro. Al margen de sesgos ideológicos, emergieron soluciones institucionales colectivas al problema económico y la gobernanza global, se formuló la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Plan Marshall para la reconstrucción de Europa.

En Costa Rica, por esos años, estalló una crisis política y armada y se forjaron grandes reformas al modelo liberal, principalmente en los campos laboral y bancario. También se abolió el ejército, se promovió la educación y el voto de las mujeres fue aprobado.

Fue una era en la cual la deforestación de la mitad del país en el año 1950 y el agotamiento de la frontera agrícola tuvieron consecuencias ambientales que se veían venir.

Elementos en común de la atención de emergencias

Las erupciones del volcán Irazú, a principios de los años sesenta, requirió una respuesta extraordinaria a la emergencia nacional. Igual podría decirse del conflicto armado en Centroamérica, en la década de los ochenta.

Aunque son situaciones de distinta naturaleza, la estrategia del país para salir adelante tiene como elemento en común la declaración formal o tácita de la situación de emergencia; para afrontar las erupciones del Irazú, la declaración no terminó en un decreto, es decir, el decreto no fue el fin sino un medio.

Otro factor determinante fue el reconocimiento por parte del gobierno de la necesidad de hallar soluciones escuchando alternativas, y para ello se nombró al Ing. Jorge Manuel Dengo Obregón como líder de las acciones.

El Estado además destinó recursos para atender la emergencia y se facilitaron los procesos. La emergencia fue atendida de manera exitosa y se crearon condiciones institucionales y sociales para anticipar hechos de igual magnitud con miras al futuro en un país con las características de Costa Rica.

En el pasado, los desastres declarados emergencia nacional eran menos y claramente manejados de una manera diferente. Algunas enseñanzas que nos dejaron son de utilidad para tratar la crisis en educación. En primer lugar, el problema debe verse de manera integral.

Maximizar recursos en la atención de emergencias

Según el principio de Pareto, al comprender la situación en su totalidad, es posible determinar cuáles son las causas principales para no desperdiciar el capital económico, político y social en causas menores, ya que el 20 % de las causas generan el 80 % del problema.

En segundo lugar, el gobierno no se limita al gabinete y sus asesores. Muchos costarricenses poseen capacidades extraordinarias para conducir el análisis y diseño de una estrategia colectiva.

En tercer lugar, los líderes son fundamentales, más allá de lo estrictamente técnico y jerárquico, porque tienen la capacidad de construir colectivamente y crear lazos entre los actores sociales con empatía.

En cuarto lugar, la declaración de emergencia nacional supone asignar recursos extraordinarios para la atención. No es válido declararla y no asignar recursos financieros, humanos, materiales y tecnológicos.

En quinto lugar, detrás de una estrategia eficaz debe haber un acuerdo particular entre los actores clave en torno a la necesidad de atenderla y la forma en que se llevará a cabo.

El poeta romántico británico Lord Byron dijo una vez que el mejor profeta del futuro es el pasado. Añado que hemos dejado de ver muchas cosas buenas que hemos hecho y hemos perdido el rumbo en cuestiones primordiales como la educación. Quizás sea porque vemos la situación de manera parcial.

Las condiciones actuales son distintas en general. Se requieren mejores habilidades de negociación porque el capital relacional y político son recursos clave, pero también porque hemos perdido la cultura del diálogo y la búsqueda de la construcción colectiva.

Cada uno cree tener la verdad y estos son momentos en los que se vive el mayor individualismo de la historia. Ignorar o atacar a través de las redes sociales lo que es contrario a nuestras ideas nos priva de la oportunidad de aportar, limitándonos a opinar o criticar solo porque podemos hacerlo.

Por ese camino, es imposible llegar a un consenso. Muchas personas creíamos que el “sacudón” de la pandemia iba a propiciar cambios de actitud trascendentales, pero parece que muy pocas cosas variaron.

Sugiero que el gobierno convoque a un pequeño grupo de personas notables del campo de la educación para trabajar en el proyecto de transformación que requiere el sistema educativo. El pasado nos enseña que el consejo de grupos o la integración produce buenos resultados.

jc.mora.montero@gmail.com

El autor es doctor en Gobierno y Políticas Públicas.