La ley y el derecho

El derecho está en la sentencia y no en la ley

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Una ley es –debe serlo– el reflejo de la realidad social en el momento de ser promulgada. Es una norma para esa realidad. El derecho debe ser un ordenamiento jurídico para una época determinada. Al envejecer la ley, pierde consistencia porque su lógica es directamente proporcional a su tiempo. Una ley que se quiera aplicar cien años después de promulgada, seguirá siendo ley, pero posiblemente ya no sea derecho.

El derecho es un ordenamiento normativo, conjunto de disposiciones –consecuencia del poder legítimo–, que reglamenta las relaciones de convivencia de la sociedad y que permite el concierto, el hacer las cosas bien para lograr la paz. Por eso es derecho en cuanto puede ser aplicado naturalmente al responder a la necesidad de un tiempo determinado.

El derecho es la espiritualidad de la ley, su alma, el ideal que en esa ley dejó impreso el legislador. El derecho es ley escrita promulgada; pero entendiendo que, al perder la ley su propia realidad, deja de ser derecho. Una ley, fuera de su propio tiempo, no puede garantizar la necesaria sobrevivencia de la sociedad. Por lo tanto, no podrá ordenar las cosas bien ni asegurar la paz.

Identificación. En el estado moderno, el derecho se identifica con la ley, pero, con el transcurso de los años, no siempre la ley se identifica con el derecho.

La gran tragedia de algunos jueces está en que, al interpretar la ley, solamente la aplican, dejando fuera el derecho. Solo el derecho garantiza la justicia; la ley, en ocasiones, nada más la señala. La dirección legal hacia la justicia ha de encontrarla el juez porque solamente así puede abrazarse con el derecho. Cuando la ley ya no señala los senderos de la justicia, perdió toda razón de ser; está fuera de tiempo y de lugar.

El estado es producto de la ley y la ley consecuencia del estado. Un ordenamiento jurídico que sirve de estructura a un estado, pero que ha dejado atrás al derecho, es estado, pero ya no es de derecho, aun cuando el orden jurídico se mantenga vigente.

En algunos países el derecho lo define la jurisprudencia, por lo que el derecho es la decisión del juez y no el resultado de la norma. El derecho está en la sentencia y no en la ley.

Aquí y ahora. Pero en países como el nuestro, el derecho siempre ha de ser producto de la ley y no de la sentencia del juez. El juez aplica, pero no crea. Cuando no existía derecho escrito, el juez interpretaba la costumbre y creaba el derecho. En el estado moderno, la ley es la fuente de derecho y lo resguarda por un tiempo determinado, pero luego se le escapa en busca de una nueva ley. Mientras tanto, el juez impone la ley pero no el derecho.

La ley, oportuna en su tiempo, ampara el derecho y garantiza el equilibrio y la coherencia. Cuando la ley queda fuera de época, produce el desorden y la violencia porque en ella el derecho ha desaparecido.

El legislador que no tiene preocupación por el derecho traiciona al pueblo y quiebra la esencia misma de su mandato. Una ley sin derecho incita al juez a crearlo, invirtiendo las reglas generales de la democracia. La sala constitucional, pretendiendo sustituir al legislador, es una aberración y un trastorno institucional.

El legislador, o dicta la norma oportuna para su tiempo, o colabora con su silencio a destruir el estado de derecho.