¿Y si los políticos se centraran en el elector?

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Un 77,2% en el 2002, un 76,2% en el 2006, un 72,1% en el 2010 y un 64,8% en el 2016. Que no nos engañe la tendencia a la baja, el abstencionismo en las elecciones municipales sigue siendo alarmante. ¿Culpas? Varias. Desde la falta de una cultura política madura hasta los intereses, inacción e incapacidad de los mismos partidos políticos.

Al no existir un umbral de votos por el cual deben cruzar los partidos políticos para ganar a nivel cantonal, como sí sucede para la elección del presidente de la República y vicepresidentes, el 40% de los votos válidos, el abstencionismo se convierte en una baza electoral de aquellos partidos que posean la mayor cantidad de electores fieles o duros (quienes votan siempre por el mismo partido sin importar el candidato o la coyuntura), así como con una estructura territorial competente que articule y movilice hacia las urnas al mínimo de votantes necesarios para lograr los resultados esperados.

Por ejemplo, el Partido Liberación Nacional obtuvo a lo largo de todo el país, de acuerdo con el último corte del lunes 8 de febrero, 327.174 votos, los cuales representan el 32% de los votos válidos, pero apenas el 10% de todo el padrón electoral; cifra que, para quienes gustan de las coincidencias, es similar a la obtenida por un Johnny Araya derrotado a priori en la segunda ronda de las últimas elecciones presidenciales. En ese entonces, Araya obtuvo 382.600 votos.

Análisis por partido. Si bien el proceso municipal del 2016 reafirma al PLN como el partido con la mayor base electoral y estructura territorial, su “maquinaria” no asegura ganar de antemano las próximas elecciones presidenciales. Lo que indica es que Liberación Nacional cuenta con una ventaja aritmética frente a sus contendientes a la hora de buscar el apoyo que necesiten para ganar por parte de votantes volátiles (indecisos) y potenciales (“robables” de otras fuerzas o, bien, del abstencionismo).

Frente al PLN, quien sorprende es su otrora archienemigo, el PUSC, agrupación que, a pesar de ser declarada en fase terminal en el 2004 tras sus conocidos escándalos de corrupción, ha venido dando muestras de vitalidad, esta vez, al obtener cerca del doble de alcaldías –la mayoría fuera de la GAM– respecto a las que había obtenido cinco años atrás.

Entretanto, partidos como el Movimiento Libertario y el Frente Amplio, que, curiosamente, son los más alejados del espectro ideológico de “centro”, resultan muy debilitados al quedar con ninguna y una alcaldía respectivamente, más el oficialista PAC, que, estancándose con la misma cantidad de alcaldes, demuestra su incapacidad al desaprovechar un contexto favorable para aumentar su militancia y fortalecer su estructura territorial.

Eso sí, aparte de los más conocidos, destacan el Partido Nueva Generación, con tres victorias; el PASE, con dos; la dinastía local de Curridabat Siglo XXI; la consolidación de la Yunta, en Escazú, y la coalición emergente de Gente Montes de Oca.

Estos deberán afrontar el reto de continuar en el poder fortaleciendo su organización ante futuros embates de los “peces grandes”.

Pesada cruz. Al final, sin embargo, todos los ganadores seguirán cargando la cruz de la escasa legitimidad, dado que el principal victorioso ha sido, nuevamente, el abstencionismo y, por ende, el descontento ciudadano y la desafección política que atenta contra nuestra democracia.

Esto es, en parte, resultado de una política con sobreoferta, saturada de aparentes “buenas ideas” (ocurrencias), pero con escasa –o nula– investigación de la demanda. Nuestra política, además de estructuras y partidarios, necesita trascender las banderas amarradas, las camisetas corrongas y las vallas con desconocidos sonriendo para conocer al electorado y, a partir de ahí, diseñar sus estrategias, proyectar a sus líderes y planificar los mensajes que atraigan el voto.

De lo contrario, seguirán votando y ganando los mismos, porque quienes nunca ganan siguen haciendo, también, lo mismo.

El autor es consultor político y profesor universitario.