Y hoy es Navidad

En estas épocas,saber escuchar y conversar es unregalo de peso

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Es Navidad. Seguimos tocando las puertas como san José. Para él, no había posada y terminó en un pesebre. A poca distancia, del punto donde Dios vino al mundo, los ángeles, por miríadas, se presentaron ante los pastores para anunciarles la buena nueva. “Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial, que alababa a Dios diciendo ‘gloria a Dios en las alturas y en la Tierra paz a los hombres de buena voluntad’ (Evangelio de San Lucas).

Ellos fueron los primeros en llegar a rendir homenaje al recién nacido, a la Virgen y a san José. No se sabe si los pastores vieron ya mayor al niño o si nunca lo volvieron a ver, pero ellos fueron los primeros escogidos para conocer la buena nueva. Los más humildes.

Visitar al quebrado. Las puertas de muchos amigos esperan ser llamadas también en esta Navidad. Son muchos los que han fracasado en sus trabajos, proyectos o familias. Ellos esperan también una conversación, un saludo o, al menos, la oportunidad de ser escuchados en la narración de sus tragedias. Es también caridad y corazón navideño.

Pocas veces colocamos atención en el importante regalo que hacemos a los ancianos o a los que viven en dificultades, con el simple hecho de visitarles.

Esta Navidad, podemos hacer la diferencia al visitar a nuestros amigos, a los que hace tiempo no vemos y a los que también rebosan de felicidad, pero que muchas veces han perdido el norte, el sentido de la vida y quedaron atrapados por el consumismo, la visión únicamente material de la vida, pudiendo en Navidad recuperar todo un mundo espiritual que podemos encontrar en estas fiestas.

Ser escuchado. En un hospital de la tercera edad de Noruega, me decía la enfermera que muchos de los allí recluidos únicamente miraban hacia la puerta a la espera de que alguien llegara a visitarlos. Pero esto nunca ocurre. Así de dura es la vida con buen servicio de salud, pero con frecuencia sin ningún corazón.

Esta época es también una oportunidad para cultivar el diálogo con los tíos, abuelos o primos que han llegado a esa edad, en que repiten lo mismo siempre, pero que se alegran de ser escuchados y acompañados.

Esta es una manera de encontrar al Niño Dios en el conversatorio con los que conviven en nuestro ambiente social.

El autor es diplomático.