Vicisitudes de la socialdemocracia tica

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Recuerdo aquella tarde-noche en Heredia, a principios de los ochenta, el pequeño salón lleno de estudiantes universitarios como yo, expectantes de que llegara Daniel Oduber, quien ese mismo día había tenido un almuerzo con algunos de sus colegas expresidentes, convocados en aras de la concordia social con bombo y platillo, y que tanta agrura le causara, según señaló con su voz pausada, con mucho estilo y algo de venenillo al inicio de su intervención académica. No era raro para él (político académico, estudioso de historia, derecho y filosofía) una participación de ese tipo, pues había estudiado en Costa Rica, Canadá y Francia, habiéndose graduado como hijo de La Sorbona. Lo suyo no era solo la plaza pública, la curul y el bufete. También la cátedra.

Se unió a Figueres y siguió su ruta socialdemócrata, afilándola intelectualmente, internacionalizándola, quitándole cierto tufillo caudillista del viejo líder, rebajando la cantidad de carisma para crear más bien discurso e institución. En cualquier caso, Figueres se cuece aparte, tiene una talla mayor, pese a su baja estatura física que tanta fama le dio. “El Enano”, lo llamaban mis padres calderonistas con ironía. Mi abuelo paterno no, él si fue figuerista e incluso peleó a su lado en la guerra, sin ninguna prebenda o beneficio, por pura simpatía popular. Pero sus hijos se voltearon en gusto político y se fueron al bando opuesto. Las bases de la reforma social de la Costa Rica moderna fueron puestas por la troika Calderón Guardia-Manuel Mora-Monseñor Sanabria y, tras la lucha de 1948, fueron incluidas y ampliadas en el proyecto de Figueres en clave socialdemócrata. Con Oduber (1974-1978) llegaron a su esplendor, tras poco más de un cuarto de siglo del triunfo. Es esa una década (los 70) progresista, revolucionaria, con la socialdemocracia como una tendencia mundial en el aire, con los suecos y los alemanes a la cabeza. En este medio se dio la próspera y culta presidencia de Oduber, quien buscó combinar bienestar, cultura y libertad, aunque eso no fue bien entendido en su momento, como se notó a la hora de discutir la Ley de Radio impulsada por su ministra de Cultura, Carmen Naranjo. Oduber cedió ante la opinión adversa y la escritora se fue del gabinete. Los miedos anticomunistas encendieron piras y alebrestaron cruzadas. Oduber representa la edad de oro socialdemócrata en Costa Rica y al mismo tiempo su canto de cisne.

La siguiente década, la de los ochenta, es la de la guerra centroamericana, Reagan, el papa polaco, el sida, la caída del comunismo y el triunfo del neoliberalismo. El gobierno socialdemócrata de esos años fue el de Luis Alberto Monge, quien quizá por su base sindicalista intentó darle cierto aire a la utopía en mala época, aunque quedó atrapado en una sucia diplomacia regional. Es el ocaso socialdemócrata. Luego vendrá el primer gobierno de Oscar Arias, que es ya el triunfo neoliberal dentro de la socialdemocracia, que de esta manera se desdibuja, pierde perfil propio y, como mi papá y algunos tíos, se pasa al otro bando.

El triunfo de Arias en la pacificación de Centro América (sobre y contra la base previa de Contadora), al grado de obtener el Premio Nobel, suele tapar este cambio ideológico suyo y del partido Liberación Nacional, muy acorde con los nuevos tiempos posmodernos y neoliberales. Se llamó “modernización” a lo que en la práctica era un abandono de la praxis socialdemócrata de intervención parcial del Estado en la economía y búsqueda de redistribución de la riqueza, y no que, para beneficiar la producción se demerite su distribución, lo que termina en empobrecimiento de muchos y enriquecimiento de pocos. Antes de ser presidente, Arias dijo ser socialdemócrata, y seguro lo era, aunque en sus libros ( Grupos de presión en Costa Rica, de 1970, Quién gobierna en Costa Rica, de 1976) nunca llegó a análisis más críticos, como los que en esos tiempos hacían Daniel Camacho, Rodolfo Cerdas o José Luis Vega Carballo en las ciencias sociales y políticas. Eso sí, sus libros tenían muchos cuadros y tablas (por algo fue Ministro de Planificación). La verdad es que su viraje ideológico en la primera administración no me agarró tan de sorpresa, ese mismo que se profundizó en la segunda con el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y su conexión diplomática con China y que, en el caso de ésta última, y para una figura como él vinculada con la paz y los derechos humanos, no es asunto menor, sobre todo si conllevaba el abandono tácito de las causas democráticas del Tíbet y Taiwán, además de hacerse el loco con las protestas internas.

A mi juicio, Oduber fue el más intelectual de los presidentes de la segunda mitad del siglo pasado, un ideólogo de la reforma progresista (pese a sus trastabilleos). Algunos agregan que también fue el mejor presidente o, al menos, así es recordado por muchos. Quizás… Arias ha tenido sin embargo mayor impacto internacional, visibilizó más al país, pero en lo interno significó más bien un retroceso en los términos políticos de la socialdemocracia.

A la hora de revisar los cambios ideológicos del viejo siglo, es algo para ser tomado en cuenta. En el caso de los socialdemócratas de hoy (dentro o fuera de Liberación) que quieran reconsiderar sus antiguos modos de pensar y de actuar, la revisión del trabajo de Oduber se torna una labor necesaria.