¿Verdes por Trump?

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MELBOURNE – Soy un verde. Dos veces fui candidato de los verdes australianos a una banca en el Parlamento federal de Australia. Pero el 8 de noviembre, todo lo bueno que ha hecho el movimiento político verde desde su fundación puede llegar a ser contrarrestado por el Partido Verde en Estados Unidos si Jill Stein, su candidata a presidente, logra la elección de Donald Trump.

Ya hemos pasado por esto. En el 2000, Al Gore se hubiera convertido en presidente si hubiera ganado en Florida. George W. Bush ganó en ese estado por 537 votos, mientras que 97.241 floridanos votaron por Ralph Nader, el candidato verde. Nader escribió más tarde en su sitio web: “En el año 2000, las encuestas a boca de urna informaron que el 25% de mis votantes habría votado por Bush, el 38% habría votado por Gore y el resto no habría votado en absoluto”. Si dividimos de esa manera el voto de Nader, sin él en la contienda, Gore hubiera ganado en Florida por más de 12.000 votos.

Antes de las elecciones, un grupo de exactivistas a favor de Nader publicó una carta abierta solicitándole que pusiera fin a su campaña. “Queda claro ahora”, escribieron “que bien podría darle la Casa Blanca a Bush”. Nader se negó, afirmando que no había diferencias significativas entre los candidatos de los dos partidos principales.

Sabemos cuán equivocado estaba. Sin la candidatura de Nader, EE. UU. hubiera elegido al mayor defensor de la acción urgente contra el cambio climático de todos los tiempos en ocupar la presidencia. Ya en 1992, en su libro La Tierra en juego, Gore había promovido esa agenda.

Además, como vicepresidente estadounidense, Gore firmó, en nombre del gobierno del presidente Bill Clinton, el Protocolo de Kioto, el primer esfuerzo internacional serio para limitar las emisiones de gases de efecto invernadero. Bush, por el contrario, rechazó las investigaciones científicas sobre el cambio climático, retiró la participación del país del Protocolo de Kioto y durante ocho años realmente tiró abajo los esfuerzos internacionales para solucionar el problema.

Bush también tomó otras muchas decisiones desastrosas, por supuesto (la más destacada fue la invasión no provocada e innecesaria de Irak). El mundo todavía sufre dificultades por las consecuencias de la desestabilización de esa región.

Después de eso, podrían haber pensado que nadie intentaría decir que “no hay diferencia” otra vez, ¡ciertamente, no en la elección entre Donald Trump y Hillary Clinton! Después de todo, Clinton no solo sería la primera mujer presidenta de EE. UU., también ha hecho campaña por mucho tiempo a favor de las mujeres, el seguro de salud y el control de las armas. Al aceptar la nominación del Partido Demócrata, dijo: “Creo en la ciencia, creo que el cambio climático es real”.

Por el contrario, Trump tuiteó: “El concepto del calentamiento global fue creado por y para los chinos, para que las manufacturas estadounidenses dejaran de ser competitivas”. Después comentó que esa afirmación había sido un chiste; pero también ha dicho –no en un tuit, sino en un importante discurso sobre la política económica– que “cancelaría el acuerdo climático de París” y “detendrían todos los pagos de dólares con impuestos estadounidenses para los programas de la ONU contra el calentamiento global”.

Sin embargo, increíblemente, Stein suena exactamente como Nader en el 2000. Cuando se le preguntó si la perspectiva de la presidencia de Trump es igual a la de Clinton, respondió, “ambas llevan a lo mismo”. Luego dijo que los demócratas “tienen mejor publicidad... pero son igual de catastróficos”. Para apoyar su afirmación, agregó: “Tan solo miren las políticas sobre cambio climático de Obama”.

Estoy mirando. Y las políticas sobre cambio climático de Obama son infinitamente superiores a las de Bush. Las políticas de Obama hicieron posible el acuerdo climático de París que se logró en diciembre pasado (ciertamente no es suficiente, pero es mucho más de lo que probablemente vaya a hacer Trump). Considerando que los republicanos son mayoría en el Congreso estadounidense, Obama obró bien.

¿Se repetirá la historia? Sospecho que Trump sería un presidente aún peor que George W. Bush, así que espero que no. Pero Stein está en las boletas de Florida y Ohio, dos grandes estados que podrían decidir la elección. Una encuesta reciente le asigna el 3% de los votos, suficiente como para lograr una diferencia en cualquiera de esos estados.

Hago un llamado a los líderes del Partido Verde de todo el mundo para que pidan a Stein que retire su nombre de las boletas en los estados en que probablemente la elección será cerrada. Si no lo hace, deben pedir a los votantes que, solo en esta elección, no voten al Partido Verde. Hay demasiado en juego.

Entiendo la importancia de cambiar el sistema bipartidista. EE. UU. necesita una reforma electoral. Los verdes no deben trabajar para elegir un presidente verde, algo imposible con el sistema actual, sino para instituir un sistema electoral más justo, tal vez como el australiano, que usa lo que se conoce en EE. UU. como “segunda vuelta instantánea” o voto preferencial. Los votantes clasifican a los candidatos según su orden de preferencia y si ninguno recibe la mayoría del total de los votos, el candidato con menos votos es eliminado. Los votos recibidos por ese candidato se transfieren entonces según la segunda preferencia de quienes votaron por él.

En la elección actual, los votantes de Stein hubieran podido votar por su candidato sin preocuparse porque su decisión beneficiara a Trump (suponemos que Trump no sería la segunda opción de esos votantes). Si EE. UU. tuviera un sistema como ese, yo no estaría escribiendo esta columna.

Peter Singer es profesor de Bioética en la Universidad de Princeton y profesor laureado en la Universidad de Melbourne. Sus libros incluyen “Animal Liberation”, “The Greens” (con Bob Brown) y “One World”. © Project Syndicate 1995–2016