Vecinos y aliados

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Es un paso en la dirección correcta. Funcionarios gubernamentales de Costa Rica y Nicaragua acordaron -el viernes- una serie de medidas conjuntas, entre ellas patrullajes en la frontera, control de inmigración ilegal, freno a contrabandos e intercambio de información entre las policías. ¡Muy bien!

En otras ocasiones, nos hemos referido al carácter de las relaciones entre nuestros dos países, salpicadas a veces por tensión, desconfianza y prejuicios.

El acuerdo logrado en Murciélago es una muestra de lo que ticos y nicas podemos hacer para afrontar problemas comunes, en lugar de recurrir a reproches y a acciones que, a menudo, solo tienen como objetivo distraer la atención sobre crisis internas.

Veamos un caso, nada más: el éxodo de nicaragüenses hacia nuestro suelo. En primer lugar, vienen empujados por una situación económica muy difícil, una de cuyas manifestaciones es un desempleo que por lo menos asciende al 60 por ciento. Ellos necesitan trabajo; tienen que sobrevivir.

Aquí faltan brazos para tareas agrícolas y labores domésticas. Son necesarios, pero no a costa de explotarlos con salarios de hambre y ausencia de legislación social.

Mas, si nuestro país debe abrirles las puertas, no puede hacerlo sin ningún control. Nuestra economía tampoco es boyante y el impacto social de un éxodo masivo sería enorme. Es una situación que ambos gobiernos deben entender y explicar a sus pueblos.

Reuniones como la efectuada esta semana en Guanacaste (se anuncian encuentros trimestrales entre autoridades policiales) son necesarias pues permiten analizar problemas, procurarles soluciones y aclarar cualquier malentendido. Ojalá se hagan también en otros niveles.

En fin, no es que estemos soñando con una armonía idílica entre los dos países. Pero tampoco debemos renunciar a la búsqueda de una convivencia más tranquila y en mutuo respeto.