¿Vamos con el aeropuerto de Orotina?

Si realmente queremos un nuevo aeropuerto, es urgente planificar desde ya con seriedad

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Mucho me sorprendió el anuncio de Aeris, empresa administradora del Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, y leer en La Nación del 16 de marzo sobre una polémica entre el Consejo Técnico de Aviación Civil (Cetac) y el dueño del restaurante La Candela. Asimismo, me llamó la atención el interés del Cetac, según su vicepresidente Eduardo Montero, en una inversión adicional de cien millones de dólares en esta terminal aérea.

La calle de rodaje sur, paralela a la pista activa, y la construcción del nuevo taller de Coopesa frente a la cabecera de la pista 07 se da por un hecho. Hace cuatro años su construcción fue adjudicada a la empresa española FCC en un punto distinto al anunciado. ¿Qué explicación nos da el Cetac en relación con esa adjudicación con la cual Coopesa finalmente contaría con un moderno taller de mantenimiento y reparación de aeronaves? Debió haber estado construido mucho tiempo atrás y, por lo visto, no se ha dado ninguna acción. ¿Rescindieron el contrato?, ¿quién incumplió? Está claro que antes de anunciar inversiones tan importantes se les haga saber a los ciudadanos qué sucedió.

El exministro de Transportes y actual miembro del Consejo Directivo de la Corporación Centroamericana de Servicios de Navegación Aérea (Cocesna), Carlos Segnini, informó con optimismo que en mayo concluirán los estudios del aeropuerto de Orotina.

Surge entonces la profunda interrogante, ¿es que el gobierno y los órganos competentes no se han sentado a discutir con Aeris hasta dónde quieren llegar con el aeropuerto Santamaría? Anuncian como gran cosa una inversión millonaria en un aeropuerto que, a mediano plazo, será desplazado; por supuesto, si es que realmente vamos en serio con Orotina. De no ser así, ¿qué sentido tienen los estudios anunciados por Segnini?

Suma elevada. En la anterior administración, y tras muchas discusiones con el director ejecutivo de Aeris, convencidos del proyecto del nuevo Aeropuerto Metropolitano, consideramos que no era necesario, bajo ningún punto de vista, la construcción de la calle de rodaje sur. Nunca hablamos de la expropiación de ese “famoso” restaurante, ni de más terrenos al sur; además, había posiciones contundentes del Cetac sobre esa propiedad privada, amparadas en criterios legales también contundentes de que el monto que se le reconocería al propietario no era superior a los ¢200 millones.

Resulta que hoy, por arte de magia, el criterio del departamento legal, dado una y otra vez por su jefa Patricia Arce (q.d.D.g.), no fue tomado en cuenta y, extrañamente, según la información de La Nación, las actuales autoridades negociaron reconocerle al propietario ¢700 millones por la expropiación.

En varios artículos de opinión he manifestado que en el aeropuerto Santamaría debe invertirse únicamente lo que sea necesario para mantener su operación como principal aeródromo hasta la conclusión del contrato de gestión interesada, y sería prudente pensar en la posibilidad legal de que Aeris continúe como concesionaria del nuevo aeropuerto. Su experiencia y excelencia como administrador le hacen merecedora de una posible extensión o una nueva adjudicación del contrato para lograr que una buena parte de los recursos que están aprobados para el Santamaría se inviertan en el nuevo proyecto.

Es importante tener claro que el Santamaría debe convertirse en el futuro en un aeropuerto doméstico y asumir, lo antes posible, las operaciones del Tobías Bolaños, manteniendo por un tiempo, concluida la primera etapa del nuevo aeródromo de Orotina, algunos vuelos de líneas aéreas regionales para lograr con esto una transición más pausada y segura.

Gran terminal. Soñando un poco, y viendo el futuro del Santamaría, una vez haya pasado a ser terminal doméstica, podría intervenirse con un acortamiento en la longitud de pista y los terrenos de protección, necesarios hoy como medidas de seguridad para su operación, pero en su transformación no requeriría tanto espacio.

Podríamos pensar, incluso, en una gran estación del ferrocarril, con ramales o tendidos de línea que pasen por San Ramón, el Santamaría y el propio Aeropuerto Metropolitano, y conectar con Alajuela, Heredia, San José y Cartago, que, junto con una estratégica gran terminal de buses, sería el complemento del enfoque moderno de una terminal de pasajeros intermodal.

Reitero lo que he venido advirtiendo desde hace mucho tiempo: si realmente queremos un nuevo aeropuerto, es urgente planificar desde ya con seriedad.

Un proyecto como lo estamos soñando, de una inversión aproximada a los $2.000 millones, no se construye de la noche a la mañana. De inmediato deben adquirirse los terrenos, la Municipalidad de Orotina debe avanzar con su plan regulador, el INA debe construir las instalaciones necesarias para capacitar a la población regional y la CCSS debe pensar en un hospital (Puntarenas o Orotina) como lo exigen las regulaciones internacionales para un aeropuerto de estas dimensiones.

Debe, por supuesto, ampliarse la ruta 27 y la ruta uno (Bernardo Soto y Cambronero), mejorar y modernizar el ferrocarril y el muelle de Caldera para los cruceros y la carga e interconectar todos los medios de transporte, lo cual nos daría más competitividad regional con un Aeropuerto Metropolitano del primer mundo.

El autor es exministro de Transporte Aéreo.