Vale poco la vida en nuestros centros médicos

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Luego de 11 años de control, o más bien descontrol, por un padecimiento curable, que por distintas razones no ha sido curado, he llegado al punto del convencimiento acerca de lo poco que vale la vida en los hospitales, clínicas, y Ebáis de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS).

Y, cuando digo que la vida vale poco, no me refiero a que se deje a la gente morir sino, más bien, a la poca atención que se le da al paciente que no se está muriendo.

La calidad de vida no es un concepto de interés en los centros médicos estatales.

Contrariamente a lo que muchos pensarían, he llegado a este punto convencida de que es necesario impedir que la CCSS siga muriendo. Pero también convencida de que se trata de un órgano especializado en la atención de emergencias (únicamente).

El paciente que llega accidentado, infartado o con su vida pendiendo de un hilo, tiene en la CCSS la mejor opción para resguardar su salud física.

Por el contrario, el paciente crónico, no se encontrará más que con una larga colección de obstáculos y un servicio deficiente que se preocupa únicamente por tratar de disminuir los síntomas y no por encontrar las causas. Tampoco por procurarle una calidad de vida aceptable.

Filas eternas, equipos dañados, exámenes perdidos, falta de personal especializado, déficit de medicamentos, y personal falto de vocación, son solo algunos de los obstáculos con los que tendrá que lidiar el paciente crónico.

Los médicos lo repiten sin cesar, no importa si son especialistas o no, si se les paga la consulta privada o se acude a la Caja: No se preocupe que de eso no se va a morir.

Estimado señor, mi dilema no es morir, es precisamente vivir, y, si voy a vivir, quiero vivir bien.

En un viacrucis de once años, he llegado al punto máximo de la decepción. He recibido respuestas como “usted lo que está es mal enamorada”, o “está muy jovencita para estar tan achacosa”.

El paciente no recurre al médico por gusto, tampoco para fastidiarle la existencia. Lo visita porque no le queda más opción que poner la vida en sus manos, aunque así no lo quiera. No queda más opción que confiar en lo que este desconocido dice y hace.

Ciertamente, médicos y enfermeros(as) cuentan con un documento que hace constar que saben de medicina, pero hay que decirlo: este documento no les acredita para adivinar el sentir de las personas, sino para interpretarlo.

Yo hablo por mí, por mi experiencia, por lo que he visto, por lo que vivido y por lo que mis oídos han escuchado de la boca de muchos (nótese que no digo todos) de los profesionales que he visitado.

Agradezco la posibilidad de acudir a la CCSS, pero considero que tengo la obligación de no quedarme callada, once años ameritan por lo menos el derecho al berreo.

Lo que al final de esta travesía más me preocupa es que he empezado a pensar que en Costa Rica, para recibir atención médica pronta, hay que estar muriendo.

Para un Estado en crisis económica como lo es el costarricense, ésta es una de las peores estrategias administrativas, y para una sociedad donde la mayoría de la población se ubica de clase media hacia abajo, esto no es otra cosa más que el camino hacia el fondo.