Universitario de peso completo

Wilburg Jiménez nos enseñó a escuchar, respetar, preguntar y reflexionar para hacer grande el espíritu universitario

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Una lámpara de luz callejera iluminaba cuando joven uno de sus constantes sitios de estudio. Siempre lo vi leer, escribir, sugerir lecturas de libros, artículos suyos o de otros. Así describe Wilfredo Chacón, periodista y amigo, a su profesor Wilburg Jiménez Castro, quien falleció el 4 de enero a los 99 años.

Yo conocí no al profesor de Administración Pública, ministro y autor de numerosas obras publicadas por el Fondo de Cultura Económica en el hemisferio, sino al que atendía a los jóvenes en el Centro Universitario Miravalles, con el mismo afecto y respeto por el que venía de la costa, de las montañas, de Limón, de Upala o de Golfito. Todos ellos, durante muchos años, encontraron en él a un sólido tutor académico.

Los orientaba en sus estudios e investigaciones, o simplemente conversaban sobre sus metas. Entre sus viajes, idas y venidas por el mundo, siempre hubo un momento para atender a los universitarios que residían en Miravalles, o a los centenares que participaban en sus actividades. Siempre respetuoso de sus ideas y opiniones.

Durante 60 años de actividades en el Centro, junto con Jorge Rossi, Wilburg proponía tertulias, invitaba a amigos expositores para potenciar la investigación científica y social en Costa Rica y la formación humana e integral de cada universitario que trataba.

Un día nos mostró el mapa político de todos los distritos de Costa Rica, y la votación de los ciudadanos a lo largo de los años, antes de que aparecieran las grandes encuestadoras. Hablaba con solidez de la estadística y de la política como ciencia al servicio de la justicia social.

La educación nunca dejó de estar en su prodigiosa y sencilla personalidad. Los momentos estelares de estos encuentros eran las tertulias que cada semana tenían lugar en Miravalles.

Con el apoyo de su director, Fernando Font, hace unos años, llegaron catedráticos, empresarios y hasta muchas veces presidentes de la República. Recuerdo haber escuchado a siete de ellos y profesores visitantes.

El espíritu era el de siempre. Escuchar, respetar, preguntar, reflexionar para hacer grande el espíritu universitario. Así lo generó monseñor Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, de manera que las residencias universitarias debían ser lugar de acogida, de respeto a las opiniones, hogar del diálogo, los deportes y la formación con muchas iniciativas.

No importaba la diversidad de pensamiento ni la religión del participante. El respeto nos lo enseñó Wilburg Jiménez. Nunca un no, siempre un sí para encontrar la verdad en la vida universitaria.

Junto con ello, promovió con variedad de profesionales un fondo de becas para estudiantes universitarios de escasos recursos. Gracias al espíritu de respeto hacia la cultura y la educación que nos legó Rodrigo Facio en la Universidad de Costa Rica.

jjch98@yahoo.com

El autor es diplomático.