Una reflexión necesaria

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Costa Rica está en peligro. Nuestro país, ejemplo de democracia en el continente americano, país construido por nuestros antepasados en apego al respeto de los más altos valores humanos de paz, libertad, acato de los derechos fundamentales y de la institucionalidad, enfrenta actualmente una de las peores crisis políticas de toda su historia.

La incapacidad de nuestros gobernantes, su corrupción, el continuismo en el ejercicio del poder y las constantes promesas vacías de los políticos de turno han acabado con la paciencia de un pueblo bueno y pacífico, pero ansioso de encontrar respuestas y soluciones adecuadas a sus más urgentes necesidades.

Como resultado de lo anterior, las últimas encuestas reflejan la posibilidad de fuertes cambios en las preferencias políticas, que encontrarán su concretización en las elecciones del próximo 2 de febrero.

Resulta absolutamente comprensible que los ciudadanos, especialmente los más jóvenes, se sientan frustrados ante el desconocimiento de sus derechos y busquen, mediante la toma de nuevas vías, una realización de sus esperanzas.

Precisamente, este año se cumple un siglo del inicio de la Primera Guerra Mundial. El tambaleo de las antiguas estructuras autoritarias en Europa fue visto por muchos bienintencionados idealistas como la oportunidad de un cambio con mayores y mejores oportunidades para los habitantes de los Estados en guerra. Otras fuerzas buscaron, y en gran parte lograron, aprovechar el conflicto para la implantación de regímenes totalitarios, tales como el leninismo, el estalinismo y el nacionalsocialismo, hundiendo al continente europeo en una Segunda Guerra Mundial de aún mayores y más terribles consecuencias, que afectaron también al mundo entero.

Más cerca de nosotros y en épocas más recientes, la lucha contra la cruel dictadura de Somoza permitió la instalación del comunismo en Nicaragua, y la incapacidad e indiferencia de Gobiernos corruptos condujo al extremismo en Venezuela.

Los anteriores patéticos ejemplos evidencian el peligro que puede conllevar la insatisfacción social, así como la urgente necesidad de un gran cuidado en la escogencia del camino a seguir en la búsqueda de soluciones a problemas sociales y políticos.

La violencia, el desconocimiento de la libertad y el irrespeto a los derechos humanos no pueden ser nunca medios de solución a los problemas sociales y políticos de un pueblo. Cada ciudadano debe estar consciente –frente a la memoria de sus ancestros, frente a sus hijos, frente a la patria– de su enorme responsabilidad al emitir su voto.

La desaparición del bipartidismo en nuestro país dificulta la escogencia de la vía adecuada para enfrentar efectivamente nuestros problemas. Hoy, más que nunca, debemos cuidadosamente reflexionar sobre por quién votamos, qué posibilidades de triunfo tiene quien recibe nuestro apoyo, con cuáles principios comulga realmente el escogido y, sobre todo, cómo aseguramos el respeto a nuestros valores tradicionales.

Debemos sencillamente reflexionar acerca de cómo evitamos que triunfen quienes quieren aprovechar la frustración de un pueblo para imponerle ideologías ajenas a nuestra idiosincrasia, violatorias de la libertad y la democracia. En esta coyuntura se requieren las alianzas y los esfuerzos unidos de los que quieren lo mejor para este país, en el marco del respeto a su sistema democrático y a las libertades fundamentales.

Luchemos arduamente por el logro de una verdadera justicia social, por la erradicación de la pobreza y por la igualdad de oportunidades, pero siempre en un marco de respeto a los principios básicos heredados de nuestros padres y abuelos.

Bernd Niehaus, exministro de Relaciones Exteriores, es miembro de la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas.