Una mirada a los ‘daddy’ y ‘mommy issues’

Las madres y los padres son figuras simbólicamente ausentes porque rehúsan ocupar el lugar de autoridad

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Los cambios de oficio durante los siglos XX y XXI son mayores y más acelerados que en períodos anteriores. Por una parte, la reducción de los artesanos y campesinos y la globalización de las empresas, y, por otra, el alejamiento de las mujeres de los roles domésticos y maternales tradicionales y su creciente participación en el mercado laboral alejaron a los padres y madres de sus hijos.

Frente a esta realidad, y sin menospreciar el progreso, surge la inquietud acerca de cuáles son los efectos de estos cambios en los hijos.

En un mundo obligado a avanzar, la competencia es ley. Es cierto que, materialmente, somos cada vez más ricos, pero también que psicológicamente somos cada día más pobres.

Esta descomposición emocional se refleja en que todo se muestra consumible, incluidos los cuerpos, las relaciones y los roles. Los padres y las madres (me gusta pensar que de manera inconsciente) convierten a los hijos en objetos de consumo y los atiborran de objetos y experiencias con el anhelo de procurarles un lugar en el mundo competitivo.

Lo que cabe poner sobre la mesa es el temor a que los hijos fallen, porque su fracaso los señalaría a ellos. Lo anterior desemboca en una crisis de autoestima en padres y madres y la dificultad para aceptar los reproches sobre sus papeles, lo que trae nuevos motivos para alejarse.

La identidad de las madres depende cada día más de su aspecto físico; la de los padres, de sus éxitos, ya no en términos de caza, como lo fue siglos atrás, sino en lo económico.

Son figuras ausentes, no porque no estén, sino porque rehúsan ocupar el lugar de autoridad, que por lo tanto permanece vacío. Quizá lo anterior tenga relación con el aumento de jóvenes involucrados en narcobandas y en las plataformas de contenido erótico.

Acuerpados por el anhelo de que los hijos tengan lo que los padres no tuvieron, los jóvenes reciben más en términos materiales, pero en sustitución de la esterilidad —psicológicamente hablando— que padecen sus padres y madres.

Priorizando la comodidad material y la sobreprotección emocional, no les dan un ejemplo. De esta manera, falta el garante que los acompañe y autorice en la transformación hacia auténticos adultos. No está de más aclarar que el pecado no reside en disfrutar de los frutos del progreso, sino que la paradoja de la paternidad y la maternidad es que con la buena intención no basta.

El aprendizaje necesario y los ritos de pasaje esenciales ya no son facilitados por los padres y madres; los jóvenes los encuentran en otros jóvenes con sus mismas carencias o en relaciones con personas que en su fantasía inconsciente representan la figura primordial que les hizo falta. En otras palabras, intentan “hacer familia” con sustitutos de sus padres y madres, lo que, en su jerga, reconocen como consecuencia de sus daddy y mommy issues.

La familia desempeña un papel fundamental en la transmisión de la cultura y gobierna los procesos fundamentales del desarrollo psíquico. Lamentablemente, nuestra época desprecia los símbolos y ritos que las generaciones anteriores practicaban, sin sospechar que, llegado el momento, los jóvenes van a darse cuenta del rito y de las figuras de que fueron privados.

Cuando entablen relaciones con hombres y mujeres mayores, lo harán como parte de su intento de reencontrarse con lo ausente.

El desasimiento de la autoridad parental y la emancipación del vínculo maternal son dos de las operaciones más necesarias, pero también más dolorosas del desarrollo y que, para llevarse a cabo, requieren la presencia de un padre y una madre, en lugar de un superhéroe y una amiga. La necesidad de un padre y una madre no responde solamente a una necesidad física, sino también a una necesidad psicológica universal.

cgolcher@gmail.com

La autora es psicóloga y psicoanalista.