Una encuesta universitaria y una opinión ciudadana

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Repasaba los últimos sucesos nacionales (homicidios, crimen organizado, accidentes, recién nacidos abandonados, aspiraciones políticas...), cuando recibí una llamada telefónica inusual. Me pidieron si aceptaba una serie de preguntas de una universidad pública.

Hechas las aclaraciones del caso, la primera respuesta sobre la principal necesidad del país fue: “Honradez, honradez y honradez”.

Vino la segunda respuesta, presumiblemente no anotada por el entrevistador a causa de tener la batería de preguntas un cierto acento académico. Fue muy clara: “La necesidad de volver a Dios”, volver a meterlo en todas las expresiones de la vida. Sobre si la mujer volvería a ser gobernante y por qué, mi contestación fue afirmativa por ser, la mujer, pacificadora, más pacificadora y conciliadora que el hombre, entre otros atributos. Cosa distinta es el machismo cerrándole el paso.

En cuanto a “meterlo en todas las expresiones de la vida”, a causa de ser nuestro Creador y Salvador, luz y esperanza del mundo, recordé después de la entrevista una frase del escritor inglés Frank J. Sheed, que refleja la crisis espiritual de nuestro tiempo: “… la indecible locura de valorar esta vida más que la futura”. Lo dice en su obra Conocer a Jesucristo .

Otro autor afirma: “Orar es el camino para atajar todos los males que padecemos” ( Forja , 76). La cita de Sheed y esta última quedan condensadas en la siguiente: “Nuestro tesoro es el tiempo, el ‘dinero’ para comprar la eternidad” ( Surco , 882). Ambas frases son de San Josemaría Escrivá.

El poeta José Hierro, premio Cervantes 1998, no sin cierta nostalgia, dice: “Tarde se aprende lo sencillo”. Así nos pasa a muchos, lamentablemente. Sin embargo, la fe religiosa siempre nos abre la plenitud del sentido de la vida y fortalece la coherencia entre el decir y el hacer, esa “unidad de vida” a veces olvidada.

A quienes niegan el más allá, Pascal, físico, matemático, filósofo francés e inventor de la calculadora, les sugiere correrse el riesgo de creer con esta argumentación: si existe, mucho se ha ganado, y, si no existe, nada se ha perdido. Porque ese humanismo autónomo contemporáneo –si “humanismo” pudiera llamarse– solo muerte, destrucción y deshumanización ha dejado. Las noticias lo confirman día a día. El desastre climático, causado por el hombre, avanza a pasos agigantados; el “capitalismo salvaje” es alarmante, pues nada le importa; la conciencia personal es cada vez más pobre; el menosprecio de la vida avanza; el indiferentismo espiritual apenas comienza a despertar de su letargo, y con frecuencia nos olvidamos de ser personas inclinadas al amor y al bien.

En esta encrucijada, es el momento de preguntarnos quiénes somos, qué hacemos y hacia dónde vamos. Y es que a veces conviene cambiar de camino y caminar con paso firme y esperanzador hasta el final.

Ninguna de las citas y opiniones emitidas constarán en la entrevista, pero sí en la mente y el corazón de algunos lectores de este artículo. Recordemos, sí, que el país pasa por momentos difíciles y no podemos desfallecer.

El costarricense, finalmente, debe conservar viva la fe religiosa, el espíritu de servicio y todas las virtudes humanas que lo adornan, para no caer en el vacío existencial de esta época convulsa.