Una década de desilusiones

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Los bananeros de la zona sur tenemos casi diez años de haber perdido –no vendido, como se ha hecho creer– nuestras fincas, y no es hasta este año cuando vemos una pequeña luz de esperanza con el inicio de las demandas que se han entablado en contra de la Corporación Bananera Nacional (Corbana) y el Banco Nacional.

Casualmente, esto trae a colación las recientes manifestaciones del señor Enoc Rugama, compañero cooperativista, las cuales apoyamos en su totalidad, y no así las expresadas mediante un campo pagado por Corbana, que no son más que puras excusas de su pésima administración de los proyectos bananeros.

Lo primero que se debe aclarar es que, cuando los representantes de las seis cooperativas nos presentamos en el Banco Nacional a formalizar el crédito, nos dijeron que solo había una condición para cerrar el trámite, la cual era que Corbana administrara las fincas, ya que nosotros no éramos capaces de desarrollar un proyecto como ese. Ante la premura de que ya habíamos invertido 40 millones en un vivero, mediante un crédito puente con Bancoop, tuvimos quince minutos para firmar el fideicomiso con Corbana y el Banco Nacional, instituciones a las que se les suponía experiencia y solvencia moral.

El Banco Nacional y Corbana nos aseguraron el éxito del proyecto y el pago del crédito, ya que eran los que más sabían de banano. Nosotros, como socios de la cooperativa, éramos dueños de las tierras y del proyecto, pero, a pesar de eso, nunca tuvimos participación alguna en nada, no teníamos ni voz ni voto en las decisiones y mucho menos en el manejo que se le dio a este proyecto.

Por más de diez años yo he sido el gerente del cascarón que quedó del moribundo proyecto bananero. Cuando firmé ese contrato de fideicomiso con Fibasur, en una de sus cláusulas se establecía que el proyecto sería devuelto al octavo año, en perfectas condiciones agronómicas, operando y libre de deudas. En ninguna de las cláusulas se decía que Corbana tendría derecho a entregar nuestra finca sin mi consentimiento ni autorización al Banco Nacional. Eso sí, a cambio nos entregaron dos “ampos” con un “rejuntado” de copias que supuestamente era el informe final del fatal destino del fideicomiso. Algunas veces escuchamos que el asunto iba mal, se nos informaba como de mentirillas, y, como no se nos permitía opinar, era imposible que tuviéramos alguna participación directa, ya que el contrato que se firmó nos excluyó por completo.

En un encuentro en Palmar Sur, alguien se dejó decir que los proyectos bananeros habían fracasado porque los dirigentes de las cooperativas se habían echado el dinero al bolsillo, cuando lo cierto es que el Banco Nacional depositó el dinero a una cuenta de Corbana o de Fibasur; por lo que nosotros no vimos ni un cinco de esa plata. A mi persona, como miembro del Consejo de Administración, nunca me permitieron negociar ningún contrato de venta de fruta con alguna de las comercializadoras, bajo el argumento de que, como yo no era productor, entonces no podía ser vendedor, y que esta era una de las funciones que le correspondía a Corbana. Esta es quizás la mayor razón de este enorme fracaso que hoy nos ha llevado a buscar justicia ante los tribunales de Corredores, porque Corbana nos falló al no cumplir la función para que le pagamos todos los costarricenses, que es defender el valor de una fruta de primera como la nuestra, y venderla a precios que son un verdadero insulto para quienes sabemos lo que es sudarse la frente trabajando la tierra.

Cuando se nos dijo que el proyecto ya no tenía dinero para seguir operando, mi proyecto de vida se cayó. Yo tenía cuarenta y dos años cuando empezó este proyecto, hoy tengo sesenta y tres, y mis hijos no pudieron estudiar, mi proyecto de vida terminó ahí. Actualmente, nuestra finca fue rematada, Corbana se la entregó al Banco Nacional, y la cooperativa perdió su único patrimonio. Hoy somos muchos los asociados que seguimos pasando penurias con la pérdida de la tierra que era el único sustento de nuestras familias.