Un país controversial

El pueblo no debe dejarse engañar por la posverdad, por ese mundo ficticio

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El país enfrenta un momento histórico como pocas veces ha tenido. El régimen democrático y el Estado de derecho están en crisis. La economía, el bienestar y la seguridad ciudadana, en general, son presa de la pasividad. La sabiduría para dirigir al pueblo hacia el bien común es sustituida por la improvisación, la avidez y aventura del negocio.

Por su parte, las instituciones públicas disminuyen su potencial creativo y dictan sus propias normas, avaladas por sus juntas directivas. Los ministerios son islas sin una dirección superior precursora de aquella unidad que beneficie al país. 335 instituciones públicas constituyen una carga insostenible para un país tan pequeño como Costa Rica. Esto refleja que se ha perdido la facultad de gobernar.

Tal vez un cambio de mando nos depare nuevos frutos, una pródiga esperanza, otro ciclo histórico, fecundo y próspero. Mujeres valiosas pueden enrumbar al país por caminos dignos, trascendentales, superiores. De momento, indistintamente, nombramos a cinco de ellas: Marta Acosta, contralora de la República; Montserrat Solano, defensora de los habitantes; Sandra Piszk, diputada y exministra; Natalia Díaz, vicepresidenta de la Asamblea Legislativa y presidenta de una importante comisión del Congreso; y Zarella Villanueva, expresidenta de la Corte Suprema de Justicia.

Posverdad. Se vive en una era marcada por la falsificación de la verdad, caldo putrefacto donde se reproduce el virus de la posverdad. En cambio, la verdad auténtica está asentada en la realidad, no en el engaño y la mentira. Solo la verdad construye el mundo de la transparencia. Por tanto, el pueblo no debe dejarse engañar por la posverdad, por ese mundo ficticio.

Detrás de cada costarricense emerge una realidad: la verdad de vivir en una nación diseñada por principios cívicos coaligados: honradez y honradez, trabajo y trabajo, justicia social, solidaridad, bienestar y paz. Hechos, no palabras.

Nadie tema fomentar y exigir una responsabilidad madura para las distintas esferas de la vida. En todo prima una voz guía, sobrenatural y humana; conviene asumirla y acatarla.

El autor es abogado.