Un espejo distante

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No soy ni historiador ni politólogo, pero, de repente, eso de las “cruzadas” que nos inculcaron como un fenómeno circunscrito a la Edad Media sigue sobre el tapete con toda crueldad, del lado que sea. Estos últimos meses, con el siglo XXI bien avanzado ya, por la televisión vimos, espantados, cómo grupos islámicos extremistas destrozaron en parte sitios como Tombouctou, en el norte de Mali, inscritos por la Unesco como patrimonio de la humanidad. Y, hace unos días, escuché claramente a unos hermanos musulmanes declarando que destruirían “todas las iglesias católicas” en Egipto.

Echando una mirada a mi biblioteca, topo con unos libros que me vuelven a llamar la atención: una biografía de María de Médicis evoca esa figura en el siglo XVI. ¡Tiempos aquellos, con la noche de san Bartolomé y luchas sangrientas entre territorios, dinastías y religiones! Y hasta el Cervantes que conocemos no sería el mismo sin la Batalla de Lepanto. Cómo ha costado, digo yo, separar Iglesia y Estado, ámbitos legítimos, pero fundamentalmente separados. Por lo menos en Occidente se ha logrado, ma non troppo : lo vimos todavía hace poco en esta misma Costa Rica.

Por eso, también vuelvo a hojear un libro de Barbara Tuchman, con el título de esta crónica: ella refiere al lejano siglo XIV, europeo. Aún más lejano, dirán algunos. Pero su encabezado, así formulado, nos invita a comparar encima de tiempos y espacios, épocas y territorios. ¡Misión imposible, pienso dolorosamente, ante una mentalidad que se va imponiendo cada vez más: la del presentismo!

¿Cómo no va a enseñar la mirada al espejo, tan instructiva, pese a lo distinto y “distante”? Y no me refiero a las pecas y cosillas en el cutis. O esa barba más o menos afeitada.

Pienso dolorosamente en este joven que acaba de pasar por media calle, y no en Heredia, sobre su patín a una velocidad tan vertiginosa. Me marea verlo pasar: quince años de educación, cariño y estímulo pueden estrellarse en un segundo. Pues nada: en su carrera, no exactamente colegial a la hora que pasó, lo vi y no lo pude creer. Cosas veredes, Sancho: aprovechó estar como quien dice volando para revisar su teléfono. Cómo no, tiene un celular inteligente.