Un espejo de la realidad política nacional

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Un proceso electoral es un espacio oportuno para propiciar la toma conjunta de decisiones, el debate, articular, iniciativas, y generar respuestas ante las inquietudes más importantes de los ciudadanos.

Usualmente, nos hemos enfocado en el primer domingo de febrero, un espacio sin duda fundamental; pero, el proceso democrático profundo nos llama a mirar más allá, no a solo escoger puestos de representación, sino a busca incidir en el rumbo que toma el país.

Se ha hecho costumbre la producción de campañas enfocadas en los ataques, en desacreditar al rival, en evadir el debate de promesas, en separar con muros infranqueables las propuestas partidarias.

De la misma forma relacionamos estos espacios con la publicidad, con la venta de un candidato o partido como si fuera un producto de consumo, en lugar de situarlo como una expresión de la democracia, un derecho de todos y todas a proponer y promover acciones que nos conciernen como ciudadanos conscientes de nuestra actualidad y comprometidos con nuestro futuro mutuo.

El actual proceso electoral en Costa Rica difiere de elecciones anteriores, debemos entenderlo como un espejo de nuestra realidad nacional. La apatía no es hacia los comicios: es resultado de una deslegitimación de todo lo político y, ante este escenario, las votaciones se convierten en una nueva oportunidad para enrumbarnos hacia un consenso nacional.

No debemos añorar esa memoria difusa de grandes caravanas o concentraciones de fuerza, más allá del gasto desmedido que esto traía, la nueva visión debe ser el debate responsable de argumentos, la discusión de programas, los equipos de trabajo y la valoración del liderazgo de los candidatos.

Sin temores. En la actual coyuntura nacional, la elección de un nuevo gobernante no eliminará tácitamente la problemática que vivimos como país, la desigualdad económica se mantendrá, al igual que la polarización social; esto nos obliga a reconocer que la única alternativa será el consenso.

De la misma forma, podríamos tener, de nuevo, una Asamblea Legislativa fraccionada, por lo tanto debemos reabrir los canales de diálogo entre los partidos, evitar visiones radicales y buscar puntos comunes.

El multipartidismo también es una forma efectiva de generar respuestas que representen los intereses y decisiones de sociedades cada día más heterogéneas.

No debemos ver las elecciones como un juego de suma cero. No podemos crear enemigos con los cuales, después, deberemos negociar. Es una labor nacional entender que la discusión debe ser fuerte pero respetuosa. Al final, al día siguiente, todos nos despertamos en el mismo país, con las mismas falencias y potencialidades de la noche anterior.

El consenso nos debe obligar a no volver al pasado, a discusiones superadas; ya sufrimos una experiencia lamentable para nuestra sociedad con la división nacional provocada por el TLC con los Estados Unidos, y no podemos permitir de nuevo comenzar la cacería por los libros de nuestra biblioteca ideológica.

Los ciudadanos, sobre todo los candidatos y partidos, deben entender que de nada sirve ganar una elección si se deja a un país dividido. En ese escenario, los grandes proyectos se paralizarán, la crispación social aumentará, y será más complejo negociar y gobernar.

Todas las elecciones marcan un rumbo histórico. Esta parece mostrar un país heterogéneo, cambiante, multipolar. No debemos temer a esa nueva Costa Rica, la voluntad y el consenso pueden sentar las bases para una sociedad en la cual la diversidad de pensamiento, y no la homogeneidad, sea el elemento transversal del desarrollo político, económico, social y cultural.