Un decreto legislativodel 11 de marzo de 1833

Debemos construirsobre unamatriz de oroy no de barro

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En el Salón de Expresidentes de la Asamblea Legislativa se encuentra una placa que nos trae a la memoria un acuerdo promulgado por el Congreso: “Ocupa este lugar el exjefe ciudadano Juan Mora por sus virtudes, y lo ocuparán sucesivamente los que en el mismo destino se hagan dignos de él. Decreto de la Asamblea, del 11 de marzo de 1833”.

El tema clásico es el tema de las virtudes. Las virtudes dan fuerza, vigor y valor. Se alcanzan ejecutando actos que nos perfeccionan. Y, sin partituras, deben salir de adentro. Debemos pasar de los valores enmarcados en las oficinas e instituciones a las virtudes encarnadas. Coincido con Cristina Masís, gerente del Mercado de Valores de Costa Rica, quien señala: “La credibilidad se fortalece con la coherencia entre valores, actos y palabras. Y se pierde valor cuando se pierde la coherencia”.

Crisis de liderazgo. Celebro el artículo de don Jorge Grané, que señala que existe una crisis de liderazgo. Y esta es la crisis actual de la sociedad. En su artículo nos habla del pensamiento de Jorge Yarce, fundador del Instituto Latinoamericano de Liderazgo, que afirma que en las crisis aparecen siempre lo mejor y lo peor. El liderazgo y los antivalores son siempre una mezcla, pues no se encuentran en estado puro, y la primera tarea del líder es reconocer la diferencia. Por otra parte, su motivación más alta es el servicio a los demás: trascender, cruzar, subir alto y salir al encuentro de los otros.

No nos definimos por nuestros valores, sino que los demás son los que nos definen, señala Yarce. Ese reconocimiento está fuera de nosotros. Son los demás los que certifican si tenemos valores, o no. La sociedad reacciona a través de personalidades creadoras. Tenemos tensiones dramáticas en esta agenda del siglo XXI que exigen una responsabilidad responsable. La corrupción se combate con valores y debemos tener la mejor pedagogía: los valores que aportan sostenibilidad.

Yarce, asimismo, menciona a Layard en su frase: “Los vínculos sociales definen nuestra identidad personal y dan sentido a nuestra vida”. ¡Cuán poderosos y qué valor tienen esos vínculos y esa fuerza social! Lo social es una vocación esencial del ser humano. Su cuna es la familia, en la que uno se personaliza y socializa. Sin familia, no hay sociedad posible. Si no, la balanza se inclina a favor del individualismo. Por eso, debemos construir juntos valores. La pedagogía social a punta de leyes no funciona. Debemos pasar de la “rueda de la legalidad” a la “rueda de los valores”. Este ha de ser el clima social. Los aliados son las familias, las escuelas, los medios de comunicación y la Iglesia.

El valor de la autenticidad. Un joven profesional le preguntaba a Yarce: “¿Cómo hacer más atractivos los valores ante el valor que se le da hoy a los desvalores?”. Su respuesta fue: “El condimento más atractivo es nuestra autenticidad”. O se es auténtico o repelemos. Así pues, tenemos la responsabilidad de construir una sociedad de derechos y de deberes.

Es la hora de redescubrir la responsabilidad personal, como afirma Barack Obama. Honremos esta placa que preside el Salón de Expresidentes. Ejerzamos una educación para la ciudadanía que sea humana.

Como afirma Yarce, que pasemos de la tríada de la plata, el placer y el poder a la tríada de ser persona, servir y ser solidario. Construyamos sobre una matriz de oro y no de barro.