Un compromiso audaz con la calidad educativa

Solo midiéndonos con los mejores podremos conocer el desafío al que nos enfrentamos

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Al avalar a los 5.200 estudiantes costarricenses que, a principios de junio, comenzaron a contestar las preguntas del examen PISA, (Programme for International Student Assessment), Leonardo Garnier, ministro de Educación Pública, confirmó, una vez más su compromiso, tan audaz como firme, con la calidad educativa del país.

Y es que el PISA es, hoy por hoy, la prueba más ampliamente aceptada en el mundo; un referente que permite comparar la calidad de la educación brindada en 72 países que representan más del 90% de la economía mundial.

Lejos de ser un examen de conocimiento estático, el PISA mide la capacidad de los estudiantes de 15 años para pensar críticamente, evaluando sus capacidades en lectura, matemáticas y ciencias – bases del aprendizaje permanente y cuyo dominio garantiza la participación en la sociedad del conocimiento-.

Sin embargo no debemos engañarnos, en el 2012, cuando los resultados se publiquen, la evidencia puede no resultar alentadora ya que, en la evaluación anterior publicada hace cuatro años, los estudiantes de los países de América Latina se ubicaron en la parte inferior de la tabla, dentro del 30%: las deficiencias en comprensión de lectura de los muchachos que se sometieron a la prueba, les pasaron factura.

Es más que posible que en nuestro país los resultados sean similares pero, únicamente midiéndonos con los mejores podremos caer en cuenta del desafío al que nos enfrentamos, visualizar el trecho que nos queda por recorrer y centrarnos en los cambios educativos que necesitamos para asegurar el futuro de nuestros hijos, su pleno desarrollo y su capacidad de inserción en el mundo globalizado.

La Asociación de Amigos del Aprendizaje, (ADA), conoce bien este reto. En los últimos tres años hemos trabajado en escuelas públicas costarricenses junto a más de 200 profesores, en el área de lenguaje para mejorar la práctica, tanto en lectura como en escritura, dentro de las aulas.

Es evidente que los profesores son fundamentales para lograr que la calidad educativa mejore. Los maestros que asumen cada día la tarea de educar a los niños tienen una tendencia lógica a enseñar como les enseñaron y, ahora que han de formar a estudiantes capaces de desenvolverse en una sociedad en la que la cantidad de información se duplica cada dos años y en la que se vuelve cada vez más patente que para leer no basta con descifrar y para escribir con copiar, necesitan apoyo para impulsar un aprendizaje menos memorístico y más crítico.

Así, para lograr el objetivo de proporcionar una educación de calidad, se debe repensar, en primera instancia, la formación docente e impulsar programas de desarrollo profesional de manera que las escuelas y colegios se conviertan en un ámbito de aprendizaje también para los maestros.

Facilitarles a los profesionales de la enseñanza no solo información sino también darles la oportunidad de modelar nuevas estrategias de aula y reflexionar sobre las prácticas, que en última instancia, les permitirán crear y sostener una verdadera comunidad de aprendizaje.

Los exámenes PISA señalarán sin duda el derrotero y al someterse a la evaluación el país confirma, más que su voluntad de compararse con naciones de todo el mundo, su compromiso con la mejora de la calidad educativa.