UCR orwelliana

¿Está ‘orwellizándose’ la UCR? ¿Crece, escondida entre los girasoles, la sombra del gran hermano?

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En 1949, el escritor inglés George Orwell publicó una de las novelas más emblemáticas del siglo XX: 1984. Dada a conocer en la etapa inicial de la Guerra Fría, la obra se refiere a un futuro en el que hay un conflicto bélico perpetuo, predomina un partido único –cuya vigilancia es omnipresente– y se manipula abiertamente la opinión pública.

Winston Smith, el protagonista de la novela, labora para el Ministerio de la Verdad, que se dedica, entre otras tareas, a rectificar los artículos periodísticos del pasado, con el propósito de que el registro histórico coincida siempre con la línea del partido en el presente.

Igualmente, ese Ministerio, con el fin de encubrir que el gobierno modifica los hechos a su conveniencia, procura destruir todos los documentos que, por no haber sido debidamente editados, podrían ser utilizados para demostrar esa manipulación.

Hechos. A finales de mayo del 2016, Telenoticias dio a conocer varios reportajes sobre la participación de Henning Jensen, rector de la Universidad de Costa Rica (UCR), en el nombramiento de su hija. Acerca de esos reportajes, Jensen manifestó que estaban “descontextualizados y cargados de maliciosas insinuaciones”.

También Jensen, aprovechó la ocasión para llamar a la comunidad universitaria “a practicar la crítica metódica ante informaciones interesadas en destruir la buena imagen de nuestra benemérita institución y en degradar sus contribuciones sustanciales a la sociedad costarricense”.

Posteriormente, Jensen denunció situaciones todavía más graves: que existía un ensañamiento contra su persona y sus hijos, y que en la UCR había quienes irrespetaban el derecho humano fundamental del debido proceso y se servían “del rumor y la desinformación para afectar el tejido institucional”.

Finalmente, Jensen también protestó ante la Corte Suprema de Justicia por la intervención del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), cuyos funcionarios se presentaron a la UCR para requerir el expediente de su hija, “sin apegarse al protocolo de ingreso de autoridades policiales al espacio de autonomía de la UCR, ni presentando una orden judicial que justificara legalmente su petición”.

Informe. Tradicionalmente los rectores de la UCR han presentado su informe de labores en la sede central, por lo general en el auditorio de la Facultad de Derecho, que tiene capacidad para unas 500 personas y es de fácil acceso para la mayoría de los miembros de la comunidad universitaria. Este año, sin embargo, Jensen prefirió realizar esa presentación en la Sede del Atlántico (Turrialba), cuyo auditorio es mucho más pequeño y está más alejado del alcance de los principales grupos de presión de la institución.

Si bien cabe reconocer a Jensen la ruptura de una tradición centralista, llama la atención que en su informe no mencione los hechos que él mismo denunciara entre mayo y junio del 2016, como el interés por dañar la imagen de la institución, el irrespeto a los derechos humanos, la campaña de desinformación, la afectación del tejido institucional y el proceder del OIJ.

Más aún, la profunda crisis institucional en que se abismó la UCR como resultado de los reportajes “descontextualizados” y “maliciosos” de Telenoticias ni siquiera merece una nota a pie de página: al leer el informe pareciera que esa crisis, que dejó profundas y abundantes huellas documentales, nunca hubiera ocurrido.

Omisión. Tal omisión llama la atención por dos razones principales. Primero porque contrasta de manera significativa con lo que fue el proceder de rectores como Rodrigo Facio Brenes y Carlos Monge Alfaro: en sus informes anuales, no omitieron referirse a los conflictos internos que experimentó la UCR ni a los debates públicos en los que, como máximas autoridades universitarias, tuvieron participación.

De hecho, en algunos de esos informes los argumentos contrarios a la posición del rector fueron debidamente reproducidos, de manera que, tanto para la comunidad universitaria y nacional como para el registro histórico, constaran no solo la opinión del jerarca de la UCR, sino también la de quienes la cuestionaban o adversaban.

La segunda razón se relaciona con que la presentación del informe de labores de Jensen coincidió con la organización por parte de la UCR de un foro institucional sobre libertad de expresión, comunicación y democracia. Esta actividad, dirigida a considerar críticamente el papel que juegan los medios de comunicación colectiva en el país, incluyó mesas de trabajo relacionadas con la concentración de la propiedad de los medios y sus formas de discriminación y exclusión social.

Sin duda, es fundamental que en la UCR se analice, con el debido rigor académico, lo que ocurre, fuera de las fronteras universitarias, en el área de la comunicación colectiva; pero ese mismo rigor también debe ser aplicado a la rendición de cuentas del rector y, en particular, a la información que él decide discriminar y excluir.

Semanario. Días antes de que Jensen presentara su informe (en el que elogió al Semanario Universidad por su participación en el caso de los Papeles de Panamá ), Ernesto Rivera y Javier Córdoba, director y jefe de redacción de ese periódico, lo entrevistaron al respecto. La entrevista correspondiente fue publicada el pasado 21 de junio y está ilustrada con dos fotos del rector.

Al leer la entrevista, conformada por doce preguntas, se constata de inmediato que ninguna de ellas fue diseñada para cuestionar al rector sobre algún asunto controversial acaecido durante el último año de su administración. Lo más cercano a esto es una breve referencia a los conflictos de la UCR con las comunidades aledañas por la construcción de edificios que afecta “la cobertura de áreas verdes”, pero sin atreverse a mencionar siquiera los reclamos específicos de los vecinos.

Evidentemente, a Rivera y Córdoba no se les ocurrió preguntar sobre la crisis institucional relacionada con el nombramiento de la hija de Jensen. Su identificación con el rector y su gestión fue tal que ni siquiera se preocuparon por tomar la distancia necesaria para ubicarse en una posición distinta de la de Jensen para hacer sus preguntas, algunas de las cuales empiezan así: “¿Qué avances hemos tenido…?”, “¿Cuánto hemos avanzado en…?”.

Orwell. El informe de Jensen y la entrevista que le efectuó el Semanario Universidad tienen en común que, de manera deliberada, omitieron referirse a una serie de hechos gravísimos, concernientes a la UCR y denunciados de manera pública por el propio rector durante el año al que corresponde ese informe y esa entrevista.

Al dejar por fuera deliberadamente toda referencia a esos hechos, tanto Jensen como el Semanario Universidad parecen haberse aproximado a las prácticas llevadas a cabo por el Ministerio de la Verdad, en la célebre novela de Orwell.

¿Está “orwellizándose” la UCR? ¿Crece, escondida entre los girasoles, la sombra del gran hermano?

De momento, pareciera que en la comunidad universitaria no hay quién se haga estas preguntas. Tal vez ya nadie en la UCR lee a Orwell y por eso carece de sentido toda identificación con el futuro con el que soñaba Winston Smith, un porvenir donde “la verdad exista y lo que se haya hecho no pueda ser deshecho”.

El autor es historiador.