Turismo camino a la extinción

Propuestas para encarar la crisis han sobrado, lo que falta es voluntad de los tomadores de decisiones para concretarlas

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Pasados 14 meses de pandemia, me pregunto dónde quedaron las enseñanzas de los líderes de antaño, quienes gobernaron con los principios inculcados por nuestros abuelos.

En dónde quedó la voluntad de girar una directriz sin temor a ser acusados por los entes fiscalizadores, en dónde quedó el sentido de gobernar para la mayoría, en dónde quedo el colaborar con el que menos tiene y ni se diga de la solidaridad.

Carecemos de liderazgo en el sector turístico. Si no fuera por la presión de un nutrido grupo de presidentes de las cámaras y por empresarios (más de veinte nacionales y regionales en este momento), la comunicación con la cúpula de la Cámara Nacional de Turismo (Canatur) no habría sido posible.

Ese grupo se ha solidarizado y generado sinergias con el fin de dar solución a la problemática turística; sin embargo, pese a sus ganas de trabajar y proponer, los resultados no se ven.

No porque no se quiera, pues las propuestas de cómo solventar la crisis no faltan, pero estamos ayunos de la voluntad de los representantes del gobierno y de los bancos para realizarlas.

Se necesita, del Poder Ejecutivo, una declaratoria de emergencia o de calamidad para el sector turístico y una ley de salvamento, en cuya reglamentación deberán participar los representantes de las cámaras gremiales nacionales, sectoriales y regionales. De otra manera, la mortalidad del tejido empresarial a mediano o corto plazo es inminente.

Es muy fácil para un funcionario bancario afirmar que es un asunto de prórrogas. Pero una prórroga implica no pagar durante el tiempo de la crisis, o bien, una readecuación de las deudas. Equivale a colocar una curita durante una operación a corazón abierto; es como empujar la bola nieve desde la cima de la montaña. Al final del período de gracia, la deuda será mayor que la cantidad solicitada.

Existe jurisprudencia, como la aprobación para el sector agropecuario en 1987 de una ayuda para subsanar las pérdidas, pues en aquel momento era el más grande aportador de divisas al producto interno bruto nacional (PIB).

El sector turístico llegó a significar el 8,3 % del PIB nacional, unos 217.000 empleos directos y 600.000 indirectos. Por eso y por todos mis colegas que están pasando hambre o pierden sus propiedades o vehículos, hago un llamamiento urgente a los tomadores de decisiones para que se aboquen a resolver el problema, para que den una solución a mediano plazo.

Según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA), la recuperación tomará hasta el 2024, porque no hay otra actividad económica que remplace el turismo.

fallas_jorge@hotmail.com

El autor es presidente de la Cámara de Experiencias Rurales.