Tomás Guardia y el destino nacional

Guardia fue un dictador más honesto que muchos presidentes elegidos democráticamente

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He colocado en mi oficina en la Asamblea Legislativa una copia (pintada por José Antonio Guilá) del retrato de Tomás Guardia Gutiérrez que cuelga en el Salón de Expresidentes de la Asamblea Legislativa.

Tomás Guardia fue la figura política predominante entre 1870 y 1882, cuando a sus 51 años murió. Ejerció el poder en dictadura, pero plantó los cimientos de nuestra democracia por medio de la Constitución que, con reformas, sigue organizando nuestra vida institucional.

Sustrajo del poder a la oligarquía cafetalera, la cual, con la protección de, entre otros, los coroneles Blanco y Salazar (traidores de Juanito Mora a cambio de dinero), hacía y deshacía en Costa Rica.

Tomás Guardia logró que nuestro país pasara de ser predominantemente patriarcal a convertirse en una república liberal. Bajo su égida, Costa Rica dejó el atraso en muchos campos e inició su camino con miras a convertirse en una república moderna, con instituciones fuertes, organizada, educada y pujante. Tomás Guardia eliminó la pena de muerte mucho antes que otros países, supuestamente más cultos que el nuestro, ni siquiera vislumbraran un cambio de esa naturaleza. En su momento, ello constituyó un paso gigantesco en materia de derechos humanos.

Fundó el Banco de la Unión (hoy Banco de Costa Rica), el Archivo Nacional, la Biblioteca Nacional, el Instituto Físico Geográfico, el Museo Nacional y el Registro Civil y Público; logró que se diera un salto gigante en materia municipal, fomentó la construcción de escuelas y colegios, mejoró la calidad de la educación, inició la electrificación de San José y expandió el cultivo del café. Durante su gestión se inició la construcción del ferrocarril al Atlántico y el país comenzó a exportar banano.

Se destacó como militar –bajo el mando del general José María Cañas– en la guerra liderada por Juanito Mora contra la invasión de los filibusteros comandada por William Walker. Tenía solo 25 años.

Luchó ferozmente en la Guerra del Tránsito y cerca de Masaya y fue herido en combate por las balas de los invasores de Estados Unidos que querían colonizar a Costa Rica y Centroamérica.

Dictador diferente. Fue dictador, pero no recurrió a asesinatos, tortura, exilios, confinamientos o persecuciones. Fue dictador, pero más honesto que la mayoría de presidentes elegidos democráticamente. Una demostración de su integridad se manifestó en ocasión de recibir una “comisión” resultante de operaciones financieras del gobierno. Era costumbre (¡al igual que hoy, tal y como lo pueden atestiguar algunos de nuestros políticos!), que los contratistas con el Estado otorgaran regalos y transfirieran comisiones a los máximos dirigentes políticos.

Tomás Guardia recibió £100.000 por ese concepto; pero lo informó al país y destinó el dinero no a sus bolsillos –ni directamente ni por medio de testaferros–, sino a la construcción de obras públicas.

Así, a pesar de haber ostentado tanto poder, cuando murió no tenía riqueza material alguna.

Con motivo de la muerte de Tomás Guardia se compuso la marcha fúnebre del Duelo de la Patria, por don Rafael Chaves Torres, la cual fue entonada con gran solemnidad durante su funeral.

Los historiadores tendrán el veredicto final sobre los costarricenses que deben ocupar los sitios de honor por su papel en la construcción del destino nacional. Basado en lo investigado y escrito por ellos, en mi opinión –no especializada– Juan Rafael Mora Porras ocupa el pedestal más elevado, seguido por José Figueres Ferrer y por Tomás Miguel Guardia Gutiérrez.

Destino especial. ¿Por qué mi interés en resaltar la figura de Tomas Guardia?

Costa Rica no ha estado en crisis por mucho tiempo. Es un país que progresa en paz y más o menos en armonía con el ambiente. Pero se acumulan problemas sociales y económicos y podríamos perder nuestros avances si no hacemos algunos cambios. En todo caso, ante el avance de otros países, el estancamiento es retroceso relativo.

Estoy convencido de que Costa Rica tiene un destino especial. Nuestro país está llamado a convertirse en el líder y en la capital mundial de la democracia y del protagonismo ciudadano permanente y responsable, del respeto a todos los derechos humanos, de la paz social, de la lucha por el desarme global, de la sostenibilidad y la armoniosa convivencia con el ambiente, de la movilidad ascendente, del emprendedurismo y la competitividad empresarial, de la eficiencia y eficacia del aparato público y de la ética en la política y la administración pública.

Pero necesitamos tomar decisiones duras e impopulares si queremos encontrarnos con ese destino. Algunos las hemos planteado reiteradamente. Lamentablemente, muchas personas en la política y en organizaciones de la sociedad civil son dominadas por cálculos cortoplacistas e intereses de grupo.

Las decisiones necesarias no tienen que ver tanto con la ideología de nuestra organización institucional o de las políticas económicas y sociales, sino con el funcionamiento del aparato público.

Las dictaduras tienden a ser eficientes en la toma y ejecución de decisiones, pero esa no puede ser jamás la fórmula para adoptar decisiones impopulares o para mejorar el funcionamiento del aparato público. Las sanas ambiciones trazadas por nuestro destino serían obstruidas por el medio escogido para avanzar hacia él, si ese medio no es compatible con la institucionalidad democrática.

La alternativa es el acuerdo entre los diversos partidos y líderes políticos, de tal manera que la impopularidad se reparta entre un “Fuenteovejuna” multipartidista y ello anime a todos a participar en la reformas estructurales que requerimos.

Ética y política. Este acuerdo tiene necesariamente que estar acompañado por jerarcas políticos íntegros y transparentes, capaces por ello de contar con la confianza y el beneficio de la duda de la sociedad.

Estoy seguro de que una nueva ética política y un acuerdo multipartidista sobre los cambios sustanciales por realizar generarán gobiernos con la autoridad y la capacidad para materializar con agilidad y efectividad las transformaciones estructurales que necesita Costa Rica.

Tomás Guardia necesitó del poder dictatorial para hacer avanzar el país. Nuestro desafío es tener un gobierno con una elevada eficiencia en la toma y ejecución de decisiones, pero sin atropellar los principios de la democracia. Necesitamos un gobierno con la visión del estadista que fue Tomás Guardia y con la eficiencia en la toma y ejecución de decisiones consentida por la naturaleza de su régimen, pero en el marco de la democracia.

Espero que las personas que visiten mi oficina y estén convencidas de que Costa Rica tiene un destino especial, comprendan las razones señaladas y así disfruten el cuadro con la figura de Tomás Guardia Gutiérrez.

El autor es diputado del PAC.