Tecnología: la cenicienta política

La agricultura debe utilizar la tecnología para aumentar la productividad, la tecnología debe ser utilizada para generar energías limpias, las universidades deben estimular a los estudiantes para que cursen carreras tecnológicas. Pero no hablamos de políticas tecnológicas. En eso, el país está dormido.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

El ingeniero estadounidense Mark Weiser, en su trabajo titulado The Computer for 21st Century, adelantó en 1991 el concepto de la computación ubicua, la cual está sustentada en un modelo de computación incorporada plenamente a la vida del ser humano de manera activa a través de dispositivos electrónicos.

Dicho de otro modo, la computación ubicua establece el uso de herramientas como Internet, celulares, sensores y sistemas de ubicación satelital para alcanzar la coexistencia permanente y casi omnipresente de las computadoras con las personas.

Estas afirmaciones establecidas hace 27 años pudieron ser percibidas como elementos distópicos sumidos en un contexto donde la inteligencia artificial, la realidad aumentada, la computación creativa y el big data eran vagamente dimensionados en comparación con el alto impacto que tienen hoy, sobre todo, considerando que en 1991, a la luz de la teoría de Gordon Moore de 1965, se veía lejano alcanzar la capacidad de procesamiento que estas tecnologías requerían.

Podríamos sintetizar que el planteamiento de Weiser no era un vaticinio de una realidad aterradora, sino un punto de inflexión para que los seres humanos creáramos el andamiaje de cambio que soporte un salto cualitativo de oportunidades al vivir en un mundo interconectado electrónicamente, que permite compartir información, crear conocimiento e implementar positivamente modelos de desarrollo en un esquema de convergencia económica, política, social y digital.

Poca discusión. Sin embargo, a pesar de estar conscientes de que las manifestaciones de Weiser se han cumplido a muy corto plazo y que la tecnología es herramienta transversal para el desarrollo competitivo y calidad de vida para los habitantes del mundo, aún es poca la discusión política al respecto.

Generalmente, se mencionan enunciados exiguos relacionados con el Gobierno Digital, con una perspectiva plana y sesgada hacia la digitalización de trámites; acción que, sin duda, es una necesidad, pero al mismo tiempo tan solo es una pieza del rompecabezas global de un mundo encaminado a la solución de la ecuación humanos-gobierno-tecnología.

El curso y la velocidad del mundo nos exigen proyectar metas político-tecnológicas más ambiciosas. Es un tema que no debe estar ausente. Debemos pensar en grande, caer en razón de que existe una relación continua entre los seres humanos, las tecnologías digitales, la conversión productiva basada en el conocimiento, el gobierno y la calidad de vida de las personas.

El impulso de políticas tecnológicas robustas, con una agenda de propuestas serias y concretas en temas como el reordenamiento del espectro, ciudades inteligentes, aumento de calidad y velocidad de la conexión, uso del blockchain en el gobierno, ejecución de tecnología 5G, entre muchos otros, colocará a nuestro país en la ruta correcta para la construcción del puente que permita evolucionar exitosamente la Costa Rica del bicentenario a un país líder en la era del imperio del conocimiento.

El autor es ingeniero en sistemas y fue viceministro de Tecnología en la administración Pacheco.