Teatro político en un mar de necesidades

Costa Rica vive una noche política en la cual todos los gatos se ven del mismo color

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En un continente opacado en parte por dictaduras de larga data y de más reciente factura, Costa Rica vive una fiesta electoral con la participación de partidos políticos de todos los colores, aunque con un denominador común: cada candidato presidencial se proclama el salvador de la patria.

Sin embargo, en una democracia desbordada con tanta oferta electoral, una buena cantidad de sufragistas están apáticos e incluso no saben, en su mayoría, por cuál bando inclinarse. Si todos tienen la fórmula para superar los numerosos problemas económicos y sociales, y se da un difuso torrente de propuestas, pues aquí, en este territorio ubicado en la cintura de América, se vive una babel política.

Son tantos candidatos que es imposible verlos individualmente. Entre ellos se hacen sombra. Por eso, no falta la nota de humor popular: si se colocaran en línea ancha en el bulevar de San José, obstruirían el paso de los peatones. Para transportarlos, se requeriría media docena de taxis. Y si el tigre se comiera a varios de ellos, nadie lo notaría.

Hay votantes desencantados de los últimos gobiernos, que incluso se sienten estafados. El recelo y la implacable duda dominan la voluntad de muchos ciudadanos. “Todos son lo mismo, todos hacen promesas y una vez arriba, pues todo sigue igual o peor”, se oye por aquí y por allá.

Pareciera, entonces, que Costa Rica vive una noche política en la cual todos los gatos se ven del mismo color, y da la impresión de que la corriente dominante se caracteriza por lo que Giuseppe Tomasi dejó grabado en su novela El gatopardo: “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

Porque las modificaciones o innovaciones que se proclaman en campaña electoral se convierten en sigamos en lo mismo una vez en el poder: despilfarro de recursos públicos, inercia ejecutiva, corrupción, amiguismo, privilegiar determinados sectores, fortalecer califatos con dinero del pueblo —llámense universidades o Poder Judicial, por citar solo dos— y no aprobar las urgentes reformas para enderezar el rumbo económico y social.

En el teatro político, cada cuatro años, lo que cambia es la nómina de los actores.

En estos momentos, los partidos políticos, con sus aspirantes abrumados en sus propias promesas mesiánicas, están ubicados en el escenario de la invisibilización. No se ven, salvo cuando se les da oportunidad de ser entrevistados en algún medio electrónico, principalmente en aquellos donde el conductor o interlocutor requiere de una introducción de dos minutos por casi toda pregunta que formula, o que interrumpe al expositor sin que este haya concluido de manifestar lo que se le acaba de consultar.

En esta fiesta electoral, deben ser prioridad las soluciones urgentes, de las que se habla, pero sobre las que poco se hace, para concretarlas, tales como reducir considerablemente el gasto estatal, apoyar ampliamente la producción, fomentar el emprendimiento, fortalecer un ambiente atractivo para la inversión extranjera y eliminar impuestos que ya, increíblemente, son más de cien.

Las vías hacia la prosperidad son dejadas en el olvido cuando queda atrás la fiesta electoral y el nuevo equipo de gobierno, así como los diputados, se lanzan, durante cuatro años, por un camino que nos está empobreciendo: postergar soluciones, seguir gastando muy por encima de los ingresos del Estado y endeudando, irresponsablemente, al país.

costarica00@hotmail.com

El autor es periodista.