SOS educativo

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La segunda enseñanza deteriora en los adolescentes la capacidad de pensamiento abstracto que tenían cuando estaban en primaria. Esa tragedia la dio a conocer hace doce años una investigación realizada por la Universidad de Costa Rica, y sigue preocupando a quienes la recordamos. Parece que también preocupó a las autoridades educativas de entonces, aunque curiosamente no reaccionaron de acuerdo con su correspondiente responsabilidad. En lugar de aceptar la tragedia como una realidad que se comenzaba a conocer, las autoridades se comportaron como si desearan acallar las voces de extrañeza, de lamento y de protesta que hubo en la prensa ante lo que parecía increíble. Inclusive, sé después que al informe le dieron trato de documento más o menos misterioso del que más o menos había que olvidarse

Hasta ahí lo ocurrido hace doce años, con repercusiones posteriores, como el simposio de ANFE en 1984 sobre El modelo educativo costarricense, en el cual un grupo muy distinguido de profesores universitarios enfocó ese capítulo, más otras de las situaciones que muestran la deficiente calidad de nuestra educación y las causas que las producen.

Hoy, el Ministerio de Educación tiene datos comparables con los anteriores, tomados de otra investigación realizada en mayo del presente año por técnicos universitarios. De acuerdo con esos nuevos datos, los estudiantes provenientes de colegios públicos, al ingresar a la educación superior presentan las siguientes características:

91,2 por ciento carecen de hábitos de lectura, 86,6 por ciento tienen dificultades para deducir las ideas principales de un texto, 73,0 por ciento no se expresan oralmente en forma clara y precisa, 87,4 por ciento presentan dificultades de redacción y ortografía y 79,8 por ciento presentan un pobre razonamiento lógico-matemático. ¿Y ahora qué? ¿Podremos en verdad esperar acciones concretas para corregir las causas de la mala calidad de nuestra educación? Hemos de suponer que en verdad hay propósito de enmienda, ya que esta investigación fue solicitada por el Ministerio, pero ¿podremos esperar que la enmienda vaya más allá de un buen propósito?

La pregunta cabe debido a los grandes y fuertes obstáculos que actúan como dique enorme reforzado a través de muchos años. Un dique que debe ser roto para lograr las condiciones que permitan:

1 ) Plantear sin cortapisas el problema en toda su preocupante magnitud.

2) Informar claramente sobre sus causas.

3) Comenzar a ejecutar un plan de acción que probablemente requerirá mucho tiempo porque no es fácil lograr en pocos años soluciones adecuadas para problemas tan viejos, complicados e importantes ¿Estarían los educadores en servicio dispuestos a librar una batalla que sin ellos sería imposible ni siquiera intentar y para la cual es requisito que tengan conciencia del problema y participen del propósito de enmienda? ¿Contribuirían los sindicatos a esta causa o se opondrían fervientemente, como es posible deducir -quizás con prejuicio- de su actuación usual? ¿Sería posible descentralizar verdaderamente la administración del Ministerio para simplificar su propio trabajo, para introducir alguna relativa competencia entre las regiones, para que cada centro educativo pueda asumir un máximo de responsabilidad directa y para disminuir el martirio burocrático típico del centralismo? ¿Sería posible eliminar la subutilización tradicional de los edificios escolares, cerrados durante un tercio del año, lo que requeriría reformar el tiempo y los horarios de los cursos lectivos para abrir más opciones a educadores y a estudiantes aprovechando plenamente el más caro de los recursos materiales?

Y sobre todo -porque es condición indispensable- ¿hasta dónde las instituciones de educación superior que preparan educadores estarían en actitud de matricularse en esa causa, autoenjuiciándose y revisando todo lo que se refiere a su misión, porque esta resulta ser el capítulo estratégico de la más importante labor humana? Sin esas instituciones sería casi imposible enfrentar seriamente el gravísimo problema. La mala calidad de la educación no es original de Costa Rica. Abarca todo el continente americano y relativamente el europeo. Lo que eso significa es que el problema se extendió por las naciones que adoptaron el pedagogismo sustitutivo de la instrucción (generalización de la ignorancia) y sustitutivo de la responsabilidad personal (generalización de la corrupción).

El proceso comenzó hace unos sesenta años, aunque con épocas de gran exageración. La inicial en los años treintas, cuando hubo votos solemnes en favor de "la nueva educación", idénticos a los que hubo por su hermana de nacimiento simultáneo "la nueva economía" hoy en proceso de rectificación. La segunda época fueron los años cincuentas, bajo acción directa de la UNESCO. Por último, los años setentas mediante acciones nacionales gestadas en las otras épocas de fervor metodológico. Según la cuenta de cada veinte años, en los noventas era esperable otro tanto de fervor pedagogista, pero no llegó porque ya el modelo educativo había comenzado a ser cuestionado, como sucedió primero con el modelo económico, e igualmente está conduciendo a la convicción de que urge eliminar errores y tomar el camino de las rectificaciones.

Hoy, son muchas las señales positivas en favor de este necesario destape porque la situación justifica una auténtica demanda de auxilio.