Sensatez, diputados

Los diputados no deberían someter la Asamblea Legislativa a la Sala Constitucional

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Las reglas que dicta el sentido común son aplicables a todo prójimo, superdotado o analfabeto, alto o bajo, rico o pobre, jerarquía o ciudadano de a pie. Ella y él. Muy democrática, la Constitución respalda a todo costarricense, cualesquiera su condición y género, para aspirar a representación parlamentaria. Y a diversas elecciones del arcoíris político.

Artículo 105 de la Carta Magna: la potestad de legislar reside en el pueblo, el cual la delega en la Asamblea Legislativa por medio del sufragio. Tal potestad no podrá ser renunciada ni estar sujeta a limitaciones...

Queda claro: el diputado resume al pueblo. El acápite 3) del Artículo 121faculta a la Asamblea Legislativa a nombrar magistrados, titulares y suplentes de la Corte Suprema de Justicia, entre otras capacidades. La Sala Constitucional, vulgo Sala IV, es, pues, filial subordinada al Parlamento.

Encadenando evidencias, en el clásico quién es quién, no existe razón ni lazo legal que implique sumisión, sino al revés, de Cuesta de Moras a una sección de la Corte, cuya definición y responsabilidad deben limitarse a interpretar los cauces constitucionalistas y nunca por encima de la tarea inmune de los diputados que son, hay que repetir, el pueblo soberano.

Legisladores veteranos, como Luis Fishman, sorprenden al rendir su poder constitucional, explícito, ante un subalterno, para buscar apoyo y oponerse a la aprobación, por ejemplo, del plan fiscal. El superior de rodillas ante el inferior. Y no se trata de ideología, de semántica, más o menos, sino del deplorable desprecio del diputado para la decisión salida de las urnas, no tomada por la fuerza. El pueblo magnificente ignorado

¡Sensatez, seriedad, señores diputados! Tanto va el cántaro a la fuente que termina por quebrarse. Y es el padre de la criatura, el Parlamento, primer poder de la República, quien debe “parar los pies” y marcar la cancha a la pomada canaria, todo lo cura, de la desbordada, todo terreno, Sala IV. Cada quien a lo suyo.

El colmo de salacuartazos es sobrepasar a la Presidencia del país tratando de dominar a los especialistas por haber construido 160 kilómetros de carretera, paralela del Río San Juan, en territorio netamente costarricense. Unos señores, amparados en el supuesto daño medioambiental, ahora la moda, interponen recurso/protesta. Y la bendita Sala IV, en vez de rechazar ad portas, porque no le corresponde, acepta el reclamo, paraliza, obviamente, la obra, cuando en el sano entender de la madurez cívica nacional, es la primera decisión, del actual Zapote, que halla general beneplácito. Y coreado aplauso.

Los/as magistrados/as, que componen la Sala Constitucional, o cuidan sus límites, bien definidos por la ley, o su actual sumani: saberlo, decidirlo todo, terminará por convertirse en choteo universal de la nación, porque esa parte de mejenga dialéctica sí la maneja muy bien el ámbito festivo del tico.

Laura Chinchilla Miranda dejará su impronta en la historia nacional; su administración será recordada y repetida, positivamente, si culmina el trazado de vías en la zona norte, abiertas para dinamizar, favorecer, la vida de lugareños olvidados, tan costarricenses como cualquier vecino de San José. Desde luego, entendemos: carretera asfaltada, no trocha barrida por temporales esporádicos, servicio eléctrico, telefónico y servicio de agua. Ser o no ser.

¡Sensatez, sabiduría, diputados! En toda curul está instalado una porción del pueblo señor, libre, independiente, que invistió de autoridad a cada diputado. La Sala IV no es más que una dependencia de la Asamblea Legislativa. Las cosas por su nombre y la verdad en su lugar. Utilizar el sentido común no requiere esfuerzo, solamente sencilla y humana práctica.