¿Se tambalea la Unión Europea?

El riesgo moral que apareja el brexit llevaría también a otros países a abandonar la UE

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La Unión Europea –un club de comercio libre, con libre movimiento de capital y de factores de producción, incluidas personas– se formó como salida ideal para una peculiar situación política. En efecto, lo modal en Europa hasta 1945 fueron grandes y frecuentes guerras entre los países que la componen.

Hubo quienes pensaron que Alemania era demasiado poderosa, económica y militarmente, como para darle plena libertad de acción. Al final de la Primera Guerra Mundial y, sobre todo, de la Segunda, algunos políticos pensaron que, para asegurar la paz regional, a Alemania había que convertirla en una nación de agricultores y ganaderos; diezmada en su industria, transporte y finanzas.

Pero el avance del comunismo y de la Unión Soviética se convirtieron en enorme peligro para Europa y por ello convenía conservar a una Alemania fuerte, que sirviera de contrapeso externo, aunque en lo interno continuara siendo fuerte.

Fue así como surgió la idea de que, quizá, por medio de un bien diseñado esquema de cooperación económica entre los países europeos, podría obtenerse lo mejor de los dos mundos: una Europa pujante en lo económico, equilibrada en lo político y segura en lo militar. Ese esquema fue el Mercado Común Europeo, cuyas bases se sembraron en la década de 1950 y que luego se transformó en la Unión Europea (UE).

Como Estados Unidos. Con el paso del tiempo, la UE también serviría para imitar los retos de crecimiento de las reformas liberales que en los Estados Unidos e Inglaterra promovieron Ronald Reagan y Margaret Hilda Thatcher. También con el paso del tiempo los miembros de la UE consideraron que convenía adoptar una moneda única, el euro, pues a fin de cuentas el deseo era crear algo como “los Estados Unidos de Europa”, pero sin que los países tuvieran que ceder mucho en soberanía.

Para ello, estimaron, procedía operar con sujeción a algunas reglas prudenciales, como las que se estipularon en el Tratado de Maastricht de 1992 (déficit fiscal y endeudamiento público no superior al 3% y al 60% del producto interno bruto del país, respectivamente, y baja inflación).

La UE quedó así constituida por unos países que adoptaron sus regulaciones y otras que, además, adoptaron como moneda el euro.

Estos conformaron lo que se conoce como la eurozona. Grecia llegó a ser parte de la eurozona; el Reino Unido (Inglaterra, Gales, Escocia e Irlanda del Norte) entró a la UE pero no forma parte de la eurozona, pues como moneda conserva la libra esterlina.

Un grupo de países, denominados PIGS (acrónimo de Portugal, Italia, Grecia y Spain o España, pero que en inglés también significa “cerdos”) con el tiempo violaron las reglas de Maastricht y entraron en serios problemas económicos, sociales y políticos.

Se temió una salida de Grecia de la UE, popularmente denominada grexit, pero para no dar el brazo a torcer, en el sentido que el experimento de la UE podría tener debilidades, los demás socios comerciales han hecho lo posible por mantenerla dentro del grupo.

Consecuencias. Ahora la preocupación es un brexit (combinación de las palabras Britain y exit, con que popularmente se denomina lo que sería la salida del Reino Unido) no de la eurozona, pues a ella no pertenece, sino de la UE.

Esto tendría una serie de consecuencias comerciales. Quizá la principal sería en el campo de las altas finanzas, pues haría que Londres deje de ser el importantísimo centro financiero –The City– que hoy es. Su rol, de materializarse el brexit, muy probablemente lo asumirían París o Luxemburgo.

En lo político también habría consecuencias y quizá hasta el Reino Unido podría resquebrajarse. La mayoría de políticos favorece su permanencia en la UE. Pero la ciudadanía no parece seguirlos.

En efecto, muchos británicos piensan que con el ingreso a la UE el Reino Unido cedió poder político a burócratas de la UE domiciliados en Bruselas. También, que deben hacer pagos muy elevados al compararlos con los beneficios que reciben del esquema. Y, sobre todo, no están dispuestos a aceptar la inmigración que el pertenecer a la UE apareja.

Los ataques terroristas en ciudades europeas y de otros países, por parte de fanáticos musulmanes, y el temor a perder empleos, los han llevado a pensar así.

De Gaulle y Thatcher. Charles de Gaulle se opuso al ingreso del Reino Unido a la UE, por considerar que por él se colaría una enorme influencia de los Estados Unidos. En sus años mozos Margaret Thatcher favoreció la causa “Los conservadores dicen sí a Europa”.

Pero recién elegida al cargo de mandamás en el Reino Unido, y convertida en la Dama de Hierro, encontró que poco efecto tendría reducir el tamaño del Estado en sus dominios y hacerlo más eficiente, como se propuso, si por otro lado cedía poderes a la burocracia de la UE en Bruselas.

Hoy, Thatcher, quien falleció en el 2013, quizá habría abogado por salir de la UE. En esto haría causa común con los “euroescépticos” de derecha y, aunque por razones diferentes, de izquierda, que sienten que la UE constituye un innecesario yugo para sus países.

Hay quienes sostienen que tal vez un brexit no sería tan lesivo como dicen los que favorecen el que el Reino Unido continúe en la UE, pues mediante tratados bilaterales podría obtener casi las mismas ventajas que hoy disfrutan, sin los costos.

Pero la UE difícilmente se sostendría si permite eso, pues el riesgo moral que apareja llevaría a que otros países también abandonen la Unión. Como recién afirmó el ministro de Hacienda de Alemania, Wolfgang Schäuble, in is in, out is out: si se quedan se quedan, si optan por salir, salieron de la UE.

Según recientes encuestas, el leave (salir de la UE) lleva una ligera ventaja sobre el remain (permanecer). El referéndum programado para el 23 de este mes dirá la última palabra.

El autor es economista y escritor.