Riqueza: la palabra prohibida

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En la noche de la elección reciente, don José María Villalta se quejó de que “la campaña del miedo logró frenar nuestro crecimiento”. Leyó mal la realidad. La verdad es que él fue quien desató el miedo contra él mismo y su partido cuando confesó en unas declaraciones en YouTube que era el heredero del viejo Partido Comunista de Costa Rica. Cómo no iba a asustarnos don José María.

Incapaz de competir. En su libro La sociedad incivil, Stephen Kotkin, profesor de Historia en la famosa universidad de Princeton, revela la agonía y muerte del comunismo, que no fue derrocado por un valiente grupo de luchadores por la libertad ni por reformadores visionarios. Kotkin se refiere a que los curtidos y viejos comunistas se habían quedado sin gas. Se refiere a todo el sistema: a la sociedad incivil, a la barbarie, a los burócratas, los ideólogos, la Policía política, los empresarios comunistas y a otros miembros de la élite comunista que manejaban el Estado. Fue ese establishment lo que se trajo abajo el sistema. La clase política probó ser incapaz de competir con el capitalismo de Occidente.

Jeffrey Goldberg, durante una entrevista con Fidel Castro en The Atlantic , le preguntó si el modelo cubano todavía era algo que valía la pena exportar, y Castro le respondió: “El modelo cubano ya no funciona ni para nosotros”. Por su parte, Deng Xiaping salvó el aparato represivo del Partido Comunista en China mediante la implantación del capitalismo, que ha financiado, por ahora, el sistema represivo de ese país.

Miedo a la riqueza. “Podíamos haber seguido creciendo hasta ganar las elecciones” –aseguró don José María–, si no hubiera sido por el miedo que él mismo desató. Pero, aun así, le fue bien. El miedo al comunismo en la Costa Rica de hoy es mucho menor que el miedo que le tiene este pueblo a la riqueza. Le tiene pavor. Es pecado, siquiera, mencionarla en público.

Mientras el Frente Amplio, de extrema izquierda, tendrá entre ocho o nueve diputados, el Movimiento Libertario, que proponía un crecimiento de la economía por medio de la libre empresa para fortalecer las instituciones sociales, ganó solo dos o tres diputados.

No se escuchó en la campaña la idea de la generación de riqueza como virtud, ni la promoción del progreso como meta. Se tiene por cierto que el político que públicamente aboga por estos fines, es calificado como un recalcitrante de extrema derecha, y se le acusa de fomentar la desigualdad. Y, si alguno menciona la palabra “progreso”, arriesga que se le acuse de fascista.

En Brasil, con dirigentes de extracción de extrema izquierda, se gobierna desde el centro económico. En el desarrollo del estado de Pernambuco se está montando un puerto y un complejo industrial de $18 billones que emplea a 40.000 personas. El puerto ha sido privatizado y es manejado por una compañía filipina. Trabajando juntos, el sector público y privado, han hecho del estado de Pernambuco uno de los lugares de mayor crecimiento del mundo.

El resultado es que los inversionistas arriesgan su capital en la empresa y obtienen grandes ganancias. Pero, con los impuestos que pagan, el gobierno de Rousseff ha ampliado la “bolsa familia”, un programa de subsidio familiar.

Esta iniciativa ha jugado en papel determinante en reducir la tasa de pobreza en Pernambuco en un 40% y la tasa de pobreza extrema –“familias que no tienen acceso a un alimento suficiente”– en un 52%.

Contraste el lector esta realidad con el destino de un Limón gobernado por un sindicato ajustado a todas las normas socialistas.

Enriquecer a Costa Rica, piensa uno, debía ser una meta de los políticos para ganar elecciones. Pero la palabra “riqueza” da más miedo a este pueblo que un heredero del viejo Partido Comunista.

Don José María se lamenta de no haber ganado las elecciones y haber logrado solo ocho o nueve diputados. Pero el único que tiene el derecho de reclamar al pueblo costarricense su repugnante costumbre de coquetear con los de extrema izquierda y demandar del Estado vivir como ricos es don Otto Guevara, que ganó solamente dos o tres diputados.

Desde hace años, este pueblo anda detrás de un populista. Está tentando la suerte, la adversidad de verdad, la que viven los cubanos y los venezolanos y los mismos argentinos.