Reto para educadores

Desde que comenzó la revolución de las redes sociales, está en transformación la comunicación

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En los siglos anteriores, la información era escasa, estaba concentrada en pocas manos y su acceso era bastante complicado y limitado. Pero esto cambió desde la llegada de Internet.

Otro tipo de problemas, sin embargo, surgieron. La información es amplia –demasiada– y no existe, prácticamente, persona sin acceso a recibirla y a producirla.

Tal facilidad ha traído enormes ventajas y avances bien conocidos; pero no hemos sabido discriminar críticamente la información que recibimos. No hemos sido educados para ello.

En las redes sociales, fuimos testigos recientemente de una supuesta rifa de un Range Rover, luego desmentida por la agencia y los medios de información. Pero para cuando la verdad salió a la luz, miles de personas habían compartido la información y estaban participando en el supuesto concurso. Un ejemplo de muchos. Revisemos otros.

Hace unos meses, entre las noticias publicadas en las redes sociales, en una se decía que el Vaticano había aprobado una droga sintética que permitía ver a Jesucristo. De acuerdo con la supuesta noticia, hasta el mismo papa Francisco la había probado y estaba encantado porque la pastilla le había permitido ver y charlar con el hijo de Dios. Sobra decir que la noticia era falsa.

En una de las fotografías que más circularon este año en Facebook y Twitter, principalmente, se ve a dos niños abrazados, inicialmente identificados como sobrevivientes del terremoto de Nepal. Posteriormente, se confirmó que la imagen fue tomada en el 2007 en Vietnam, en un contexto totalmente diferente.

Nuestro país también es fuente de estos casos. En medio del proceso electoral pasado, circularon publicaciones anónimas llevada a cabo por medio de una plataforma abierta de CNN, llamada iReport, la cual permite que cualquier ciudadano publique una historia que considere noticiosa.

En ellas, se hicieron afirmaciones sobre candidatos presidenciales y miembros del Tribunal Supremo de Elecciones que inmediatamente empezaron a circular por la Internet con un vínculo que parecía respaldado por CNN.

Como sucede siempre, cuando llegan los comunicados oficiales desmintiendo las falsas noticias, el mal está hecho y la corrección nunca tiene el alcance mediático que tuvo la nota original.

Desconfiar. Encontrar noticias falsas de este tipo en las redes sociales y en Internet, en general, no es sorpresa. Lo que sorprende es descubrir personas formadas o con estudios universitarios que creen, publican y comentan noticias de este tipo, sin siquiera corroborar la fuente o la veracidad de la información.

La facilidad con que damos por sentado y compartimos información que no hemos corroborado es uno de las principales problemas por atacar mediante la educación.

Este es un gran reto educativo de hoy. La información está disponible para casi todas las personas; basta un clic para saber cuáles son los límites de Suiza, cuál la capital de Uganda o cuándo ocurrió el ataque a Pearl Harbor.

La prioridad debe ser enseñar a nuestros niños y jóvenes a ser críticos de la información que reciben y desarrollar la capacidad de discernir.

¿Cómo se logra esto como educadores? No creo tener una receta infalible, pero mi opinión es que debemos exigir a nuestros estudiantes algo más que mera reproducción de información; debemos exigirles análisis, relación de ideas, confrontación de información y, sobre todo, sentido crítico.

Como educadores, esta labor exige una gran responsabilidad de nuestra parte, pues muchas veces debemos callar nuestras opiniones o percepciones para evitar influir en ellos con nuestras posturas personales, y en ocasiones parcializadas, a favor de nuestros intereses, al menos inconscientemente. Es decir, debemos entrenar a nuestros niños y jóvenes para que desarrollen su propio criterio y forma de pensar, más que heredarlo de nosotros.

Es cierto, un estudiante que copia toda la información de Wikipedia para presentar un informe en el colegio sin siquiera leerla, es un problema, pero es más grave aún el docente que no lo corrige y le califica con un excelente ese trabajo.

La responsabilidad en este aspecto no es solo de los educadores, sino de todos. Desde que comenzó la revolución de las redes sociales, también está en transformación la comunicación. Hoy todos somos comunicadores, pues reproducimos, comentamos y compartimos información que nos llega.

Debemos ser conscientes de nuestra responsabilidad para no juzgar o compartir datos sin tener confianza en la veracidad de estos.

El autor es educador.